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nos que un cuerpo pesado y otro ligero caían casi simultánea-
mente. El rozamiento del aire impide que los cuerpos caigan
exactamente a la vez - en la Luna, donde no hay atmósfera, se
puede observar este fenómeno con toda claridad-, pero la dife-
rencia era muy pequeña e inferior a la anticipada por Aristóteles.
Como Aristóteles había dejado escrito que el cuerpo pesado
cae más rápidamente que el ligero, Galileo argumentó:
Dudo grandemente que Aristóteles haya comprobado por el experi-
mento si es verdad que dos piedras, siendo una de ellas diez veces
más pesada que la otra [ ... ], difieran en velocidad.
Los filósofos aristotélicos, mayoritarios en las universidades
de la época, basaban sus creencias en razonamientos abstractos
y perseguían las causas de los fenómenos, en lugar de cuestionar
directamente la naturaleza. Galileo denunciaba que nadie se había
preocupado por poner a prueba estas afirmaciones, sino que se
habían aceptado sin más. Si Aristóteles podía equivocarse en as-
pectos tan sencillos de comprobar, ¿qué no podía ocurrir con sus
tesis sobre la estructura del mundo?
Otro ejemplo del papel que tuvo la observación en la funda-
mentación de la nueva ciencia emprendida por Galileo procede
del telescopio. Con este instrumento, inventado por artesanos
neerlandeses, y del que Galileo supo explotar todas las posibili-
DISCUTIDOR HASTA LA TUMBA
Galileo se servía con frecuencia de la ironía para defenderse de aquellos que
dudaban de sus teorías y observaciones. Giulio Libri, que era profesor de Fi-
losofía aristotélica en la Universidad de Pisa, era uno de los que había recha-
zado que realmente existieran satélites en Júpiter. Tras su muerte, Galileo
escribió su epitafio, que rezaba: «Ha muerto en Pisa el filósofo Libri, acérrimo
impugnador de estas fruslerías mías, el cual, no habiéndolas querido ver en la
Tierra, quizá las vea al irse al cielo».
EL MÉTODO DE LA CIENCIA 29