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dades que ofrecía para estudiar los cielos, pudo multiplicar la
                    capacidad visual humana: fue testimonio de las manchas del Sol,
                    de los satélites de Júpiter y de la superficie agrietada, con valles,
                    montañas y cráteres, de la Luna. Pudo observar más estrellas en
                    la Vía Láctea de las que nadie había visto nunca. Y es más: nada
                    de lo que veía concordaba con el universo predicho por Aristóte-
                    les.  ¿Cómo podía pensarse que  el filósofo  griego,  con el mero
                    razonamiento, podía ser capaz de descubrir el funcionamiento
                    del universo entero? Su descripción de un cosmos finito,  com-
                    puesto de  una materia incorruptible,  el  éter o  quintaesencia,
                    donde los movimientos eran circulares y eternos y los astros eran
                    perfectas esferas opacas y pulidas, no era más que un producto
                    de la imaginación. El telescopio de Galileo desenmascaró lo que
                    era un mundo de fantasía. De nuevo la observación fue el princi-
                    pal aliado de Galileo para desmoronar castillos en el aire.
                        Sin embargo, no todo el mundo estaba preparado para acep-
                    tar los datos de la observación. La visión del mundo de los filóso-
                    fos  aristotélicos  era por completo  ajena a  los planteamientos
                    galileanos, y muchos de ellos fueron incapaces de aceptar los he-
                    chos que se podían ver a través del telescopio. Así,  las manchas
                    solares se convertían en defectos de las lentes o bien astros mi-
                    núsculos que se encontraban entre el Sol y la Tierra, y los cráteres
                    lunares eran ilusiones ópticas. Galileo tuvo que aceptar que hu-
                    biera colegas que, por no querer complicarse su visión del mundo,
                    optaran por no mirar por el telescopio.



                    EL ARTIFICIO EXPERIMENTAL

                    Para Galileo no era suficiente observar fenómenos, sino que tam-
                    bién había que provocarlos:  recrear situaciones y construir un
                    escenario propicio era fundamental para, posteriormente, poder
                    realizar las mediciones de la forma más precisa posible. Con los
                    experimentos, Galileo podía repetir las experiencias centenares
                    de veces si era necesario, y tuvieron un papel fundamental para
                    confirmar o rechazar sus intuiciones o hipótesis.  Galileo fue un
                    experimentador concienzudo y meticuloso, capaz de repetir cen-





        30          EL MÉTODO DE LA CIENCIA
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