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discutir estrategias, contrastar ideas. Pero esto tiene un coste: si
                     alguien te sugiere algo,  en el artículo que publiques debes darle
                     reconocimiento, incluso coautoría. Esto explica que dichos artícu-
                     los parezcan, con frecuencia, escritos por una decena de personas.

          «El problema de trabajar sobre Fermat es que puedes pasarte

         años sin obtener nada [ ... ] . »
         -  ANDREW WILES.

                         Wiles conocía el riesgo que corría, pero el premio era dema-
                     siado importante para compartirlo con nadie. Así que optó por
                     correr el riesgo ... y cometió un error. De todas formas, la prueba
                     de Wiles contenía tanta matemática novedosa que, por sí sola,
                     había valido la pena. Igual que Cauchy o Kummer, sus intentos de
                     asaltar el muro habían abierto las puertas a mundos en los que los
                     matemáticos podían adentrarse fructíferamente durante décadas.
                     Pero Wiles no estaba listo para darse por vencido. Dado que el
                     secreto ya no tenía sentido, empezó a trabajar con un colega, Ri-
                     chard Taylor, para intentar corregir el error. Finalmente, dio con
                     la solución. Todo estribaba en conciliar el método que había aban-
                     donado originalmente, el de Iwasawa, con el de Kolyvagin-Flach.
                     Wiles encontró la solución el día de su cumpleaños, y de pronto,
                     todo fue claridad. El interruptor de la luz había sido accionado y
                     la habitación resplandecía. Poco después se publicarían dos artí-
                     culos en los Annals of Mathematics correspondientes a mayo de
                     1995, uno firmado por Wiles y Taylor y otro solo por Wiles. Ambos
                     contribuían a demostrar, finalmente,  uno de los problemas más
                     difíciles de todos los tiempos. El exiguo margen que hubiera con-
                     tenido la prueba era, en efecto, insuficiente para los cientos de
                     páginas de novedosa matemática que había inventado Wiles, ba-
                     sándose a su vez en las increíbles inspiraciones de Taniyama, Shi-
                     mura, Frey y Ribet. El muro había caído por fin. Uno de los asedios
                     más largos y difíciles de la historia de la matemática se saldaba
                     con el triunfo de los sitiadores.
                         Del teorema como tal no se podían deducir resultados nove-
                     dosos y revolucionarios en matemáticas, pero los intentos de de-






         62          LOS INTENTOS DE  DEMOSTRACIÓN DEL ÚLTIMO TEOREMA
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