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ticas, sus intereses le llevaron -aparentemente- muy lejos de
      dicho  resultado:  se  especializó  en curvas elípticas.  Tiene  que
      haber sido  asombroso para él  conocer el  resultado de  Frey y
      Ribet, en una conversación casual en 1986. ¡El premio estaba a su
      alcance!


      «Un día andaba mirando en la biblioteca pública local y encontré
        un libro sobre matemáticas que contaba un poco de la historia
       de este problema, y yo, con diez años de edad, pude entenderlo.
                 Desde ese momento traté de resolverlo yo mismo [ ... ] .

                        Ese problema era el último teorema de Fermat. »
          -  ANDREW  WILES  EN  REFERENCIA  A  SU  PRIMER  CONTACTO  CON  EL  ÚLTIMO  TEOREMA  DE  FERMAT.


         Sin dudarlo, Wiles se encerró en su cubículo y,  sin partici-
     par a nadie de sus proyectos, decidió probar la cortjetura de Ta-
      niyama-Shimura, que,  como hemos visto, demostraría de forma
     automática el último teorema de Fermat. Entre ese momento de
     iluminación y el ciclo de  conferencias en Cambridge mediaron
     siete años, en los que Wiles no publicó casi nada y se dedicó, en
     apariencia de forma exclusiva, a sus actividades docentes.
         Esto es algo inusitado, dado que un investigador que no pu-
     blica ve su carrera seriamente comprometida. Existe un adagio
     en la comunidad académica: publicar o perecer. El éxito se mide
     por el número de citas que tienen los artículos publicados en re-
     vistas de prestigio. Sin hacer caso de dicho adagio, Wiles se man-
     tuvo en un mutismo prácticamente total, publicando de vez en
     cuando sobre cuestiones muy alejadas de su investigación real.
     Avanzaba a buen paso, y algunos de sus resultados en teoría de
     grupos tenían el suficiente mérito como para darle un gran pres-
     tigio;  pero temeroso de que  alguien se oliera lo que  estaba ha-
     ciendo,  Wiles se obligó a sí mismo a callar.  Pronto los colegas
     comenzaron a pensar que la carrera de Wiles estaba acabada, que
     su genio matemático se había agotado, algo nada raro, ya que la
     mayoría de los matemáticos hacen sus contribuciones cuando
     son jóvenes.





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