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no he tenido necesidad de esa hipótesis». Cuando supo de esta
conversación, dicen que el escéptico Lagrange -agnóstico, diría-
mos hoy día- añadió: «En todo caso no deja de ser una bella hi-
pótesis». Pero, ¿por qué Laplace hizo esta profesión de ateísmo?
Napoleón sabía perfectamente que Newton había apelado a
Dios para explicar tanto la estabilidad como el origen del sistema
del mundo, y le extrañaba que Laplace no lo citara ni una sola vez
a lo largo del Tratado. Era algo sorprendente. Al final de la Óptica,
Newton había escrito:
Un destino ciego jamás podría hacer que todos los planetas se mo-
vieran así, con algunas irregularidades apenas apreciables que pue-
den proceder de la acción mutua entre planetas y cometas, y que
probablemente se harán mayores con el paso de un largo período de
tiempo hasta que al cabo ese sistema se vea precisado de que su
autor lo vuelva a poner en orden.
Una reforma o ajuste que, según Newton, había de realizar el
propio Creador. La «mano de Dios» tenía que conducir cada pla-
neta de vuelta a su órbita. Enojado, Leibniz había criticado viva-
mente la intervención de la divinidad para reordenar el sistema
solar, por parecerle que eso era tener una idea más bien estrecha
de la sabiduría y potencia divinas. La respuesta del newtoniano
Clarke había sido que, si así fuera, si el reloj siguiese funcionando
siempre sin la asistencia del relojero, bien podría prescindirse del
relojero, o sea, de Dios.
Tanto Lagrange como Laplace habían intentado evitar la con-
clusión entresacada por Newton, y seguida más tarde por Euler,
de que la providencia divina tenía que intervenir cada cierto
tiempo para restablecer el orden en el universo. Lagrange inició el
programa, analizando algunas excentricidades y probando que
ningún planeta podía escapar al espacio infinito. Laplace analizó
el resto y las inclinaciones, concluyendo que tampoco podían
abandonar el plano en que se mueven. Además, las expresiones
matemáticas de las desigualdades seculares que afectaban a Júpi-
ter y Saturno, así como a la Luna, no contenían -cuando se
aproximaba hasta el primer orden en la masa de los planetas,
118 EL ORIGEN DEL SISTEMA DEL MUNDO