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El cálculo en los juegos de azar que conoció el siglo  XVII  acabó
       dando sus frutos a finales del siglo siguiente, cuando a partir de él
       se desarrollaron la teoria de la probabilidad y la estadística teórica
       o matemática. No deja de tener su gracia, como no dejó de señalar
       Laplace, que una ciencia que comenzó con consideraciones sobre
       monedas, dados, urnas y barajas se convirtiera pasado el tiempo
       en uno de los objetos más importantes del conocimiento humano.
           A mediados del siglo  XVI  el matemático renacentista Gero-
       lamo Cardano (1501-1576) había escrito el Libro de los juegos de
       azar. Este astrólogo y jugador empedernido ( capaz de predecir
       su propia muerte) empleaba el término probabilidad ( que viene
       de probare, esto es, de probar o aprobar) para cuantificar el grado
       de credibilidad de una opinión y, de paso, la posibilidad de ocu-
       rrencia de una apuesta. Habria que esperar a 1654, cuando Blaise
       Pascal (1623-1662) y Pierre de Fermat (1601-1665) entablaron co-
       rrespondencia, para asistir al nacimiento del cálculo de probabili-
       dades como tal. Instigados por la obsesión por el juego de Antoine
       de Gombaud (1607-1684), caballero de Méré, estos dos matemá-
       ticos franceses resolvieron el llamado problema de los puntos: si
       dos jugadores acuerdan jugar a tres rondas pero se les interrumpe
       antes de que puedan terminar (presuntamente por la policía, ya
       que el juego estaba prohibido), ¿cómo deberian repartirse el di-
       nero apostado sobre la mesa si uno ha ganado dos partidas y el






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