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El año 1810 marcó el cénit del esplendor napoleónico. Pero los
        sucesivos reveses en la campaña de Rusia y el desgaste continuo
        de la guerra de guerrillas en España aceleraron el desplome del
        Imperio francés. A finales de marzo de 1814 los ejércitos enemigos
        convergían a toda prisa hacia París.  Como las cosas no estaban
        claras, Laplace decidió abandonar la capital francesa. Así,  mien-
        tras Talley:rand negociaba la paz con las potencias vencedoras, el
        Senado votó el 2 de abril, con la ausencia de Laplace, el destrona-
        miento de Napoleón l.  Dos días después, tras su regreso a París,
        Laplace :ratificó con su firma la decisión del Senado. El 6 de abril
        Napoleón abdicaba y se retiraba a la isla de Elba.
           Luis  XVIII,  hermano  del  defenestrado Luis XVI,  fue  nom-
        brado nuevo rey de Francia. En nombre del Senado, del que aún
        era su canciller, Laplace le dio la bienvenida a  París.  Laplace
        había  sobrevivido  a  Napoleón.  Había  sabido  traicionarlo  a
        tiempo.  No  obstante, las relaciones entre ambos se habían ido
        enfriando poco a poco. En 1813, según cuenta el químico Chap-
        tal (quien, por cierto, también ocupó el cargo de ministro del
        Interior), Napoleón había comentado lo siguiente tras reencon-
       trarse con Laplace:  «Oh,  observo que habéis adelgazado».  La-
       place contestó: «Sire, he perdido a mi única hija [murió dando a
       luz]». A lo que el emperador respondió con sequedad: «Pero no
       hay razón para que perdáis peso. Sois un matemático, poned este






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