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LA DIFÍCIL ELECCIÓN: LA TEOLOGÍA
                    O  LAS MATEMÁTICAS

                    Pierre-Simon aprendió las primeras letras y las cuatro reglas en
                    casa, probablemente bajo la atenta mirada de su tío Louis, más
                    conocido en la comarca como el abate Laplace, un sacerdote ca-
                    tólico de buena formación cuya inclinación por las matemáticas
                    pudo haber transmitido a su sobrino casi desde la cuna. Además,
                    desde muy temprano la familia decidió que Pierre-Simon seguiría
                    los pasos del tío Louis, abrazando los hábitos y labrándose un fu-
                    turo prometedor como eclesiástico.
                        En 1756, a la edad de siete años, Pierre-Simon comenzó a ir a
                    la escuela. Su padre, con la mediación del tío, logró que fuera ad-
                    mitido como alumno externo en el colegio que los benedictinos
                    mantenían en su convento de Beaumont bajo el auspicio del duque
                    de Orleans. El poco más de medio centenar de alumnos que tenía
                    el colegio se preparaba estudiando intensamente para tomar la
                    carrera de las armas, de las letras o de la Iglesia. Vestido con una
                    larga sotana negra, que lo identificaba entre los últimos, Pierre-
                    Simon mostró estar muy bien dotado para los estudios desde los
                    primeros cursos.
                        Pierre-Simon permaneció en el colegio de los benedictinos
                    hasta los dieciséis años. En 1765 tuvo que dejar su Beaumont natal
                    y partir para Caen, donde entró en el Colegio de Artes de la univer-
                    sidad con la intención de seguir la carrera eclesiástica y adquirir una
                    sólida formación en hun1anidades (latfu, griego, filosofía y, en espe-
                    cial, teología). Misteriosamente, solo tres años después, en 1768,
                    dejó la Universidad de Caen sin haberse ordenado sacerdote.
                        ¿Por qué abandonó Laplace la carrera para la que llevaba pre-
                    parándose desde su más tierna infancia? La respuesta es bien co-
                    nocida: por su recién descubierto amor por las matemáticas. En
                    esos dos años que estuvo en la Universidad de Caen, de la mano
                    de dos profesores, Christophe Gadbled y Pierre le Canu, Laplace
                    descubrió las matemáticas superiores, su afición por ellas y, lo que
                    es más importante, su talento para la ciencia.
                        El contraste entre las enseñanzas de Jean Adam, su profesor
                    de Teología, y de Christophe Gadbled, su profesor de Filosofía y






         18         LA FORJA DE UN CIENTÍFICO
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