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nía de medios ni de experiencia suficientes para identificar estos
      nuevos elementos sin ambigüedad. En Berlín, la larga y fructífera
      colaboración entre una física nuclear y un radioquimico era más
      adecuada para ello. Las investigaciones de la austriaca Lise Meit-
      ner y el alemán Otto Hahn eran muy valoradas desde que descu-
      brieron el protactinio en 1917. Ahora, por iniciativa de Meitner se
      dedicaron a la búsqueda de elementos transuránicos. Meitner pre-
      paraba la irradiación de uranio con neutrones, Hahn separaba por
      métodos químicos los productos resultantes de la irradiación, y
      Meitner caracterizaba las radiaciones emitidas por estos produc-
      tos. Pero a la larga surgió algo inesperado.
          A finales  de  1938,  Hahn y su joven colaborador Strassman
      encontraron bario entre los productos resultantes, algo sorpren-
      dente porque su número atómico Z = 56 no hace de él un elemento
      transuránico.  Meitner no pudo participar en este experimento
      pues, debido a sus antecedentes judíos, tuvo que abandonar Ale-
      mania unos meses antes, cuando Austria fue anexionada por los
      nazis y se vio sometida a las leyes raciales en vigor. Sin embargo,
      refugiada en Suecia, mantenía correspondencia regular con Hahn
      y este le informó de sus resultados: «Nuestro "isótopo de radio"
      se comporta como el bario [ ... ] Tal vez puedas proponemos al-
      guna explicación fantástica».  Dio la casualidad de que esta carta
      le llegó al tiempo que un sobrino suyo, Otto Fiisch, fue a pasar con
      ella las vacaciones de fin de año. Fiisch también era físico - es-
      taba en el instituto de Bohr-, así que tía y sobrino pasaron sus
      vacaciones dándole vueltas a los resultados de Hahn. Lograron
      explicarlos basándose en un modelo reciente en el que un núcleo
      se asimila a una gota de un líquido.
          En una gota, la atracción global de sus átomos los mantiene
      unidos, pero al no estar estos en posiciones fijas, la forma de la gota
      no es fija. No obstante, para modificar su forma - para aumentar su
      superficie- se necesita aportar cierta energía, caracterizada por la
      tensión superficial. Algo parecido sucede con los núcleos: los nu-
      cleones - protones y neutrones- se mantienen unidos dentro del
      núcleo, que puede deformarse como la gota de cualquier líquido.
      A ello hay que añadir la repulsión eléctrica entre los protones. Ima-
      ginemos por un momento un núcleo de  uranio  (Z = 92)  como la






                                           LA FISIÓN  NUCLEAR Y LA  GUERRA   135
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