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a Gauss en  contacto por primera vez con Alexander von Hum-
        boldt, uno de los líderes del renacimiento de Prusia después de la
        caída de Napoleón.
            Gauss se vio afectado en su vida, como no podía ser de otra
        manera, por el período de guerras que le tocó vivir. En 1808,  el
        Gobierno francés, tras las derrotas de Prusia en las batallas de
        Austerlitz y Jena a manos de Napoleón, exigió unas enormes in-
        demnizaciones por los gastos de guerra, como era lo normal en los
        armisticios firmados durante ese período. Gauss, como miembro
        de la universidad, también debía contribuir con 2 000 francos, lo
        que era una cantidad muy considerable para un profesor recién
        llegado y que todavía no cobraba su sueldo de forma regular. Sin
        que él lo hubiera solicitado, Laplace, desde París, y Olbers, desde
        Bremen, le ofrecieron su ayuda, pero Gauss no quiso aceptar nin-
        gún dinero. Al final,  la contribución fue pagada anónimamente,
        aunque años después se supo que  el benefactor había sido  el
        obispo de Frankfurt, lo que da idea de la creciente fama de Gauss.
        De hecho, Gauss, ya anciano, contaba que Napoleón se había abs-
        tenido de bombardear Gotinga para no poner en peligro su vida,
        lo que parece algo exagerado por su parte. Lo que sí es seguro y
        está documentado es que la matemática francesa Sophie Germain
        intercedió ante Napoleón para que la vida de Gauss, al que apre-
        ciaba enormemente por su talento para las matemáticas, fuera
        respetada.
           En 1810, solo dos años después, Gauss ganó una medalla del
        Instituto de Matemáticas de Francia, pero rechazó el premio en
        metálico que la acompañaba, entre otras cosas porque no le agra-
        daban los franceses, pues en ese momento tenían sometida su
       tierra y eran ya varios los años que llevaban en guerra. Sin em-
       bargo, aceptó el reloj astronómico que había elegido para él So-
       phie Germain, matemática con la que mantenía una relación epis-
       tolar. Con algunas excepciones dignas de mención, en el siglo XIX
       había pocas mujeres  que  se  dedicaran a  las  matemáticas. De
       hecho, Sophie Germain mantuvo correspondencia con Gauss fin-
       giendo que era un hombre para evitar que sus ideas fueran des- ·
       cartadas directamente. Había descubierto un tipo particular de
       números primos, ligados al último teorema de Fermat - por esa






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