Page 139 - 02 Newton
P. 139

rniante, ordenando que se le otorgara a Alban Francis, a la sazón
       mortje benedictino, el título de Master of Arts, sin necesidad de
       exámenes y, sobre todo, eximiéndolo de tener que hacer ningún
       juramento de fidelidad religiosa La intención del padre Francis era
       establecerse en Cambridge tras el nombramiento y participar en los
       asuntos universitarios en la calidad y con los privilegios que su tí-
       tulo le otorgaba Era de prever que tras él desembarcarian más mon-
       jes católicos en la universidad. Esta recogió el guante que le lanzaba
       el rey y se preparó para la defensa de sus privilegios. Lo primero que
       hizo fue negar el título al fraile. Entre los ocho defensores universi-
       tarios que debían enfrentar el órdago real se eligió a Newton.
           Newton vivía unos momentos dulces tras haber entrado en
       imprenta la última remesa de los Principia.  La legación uni-
       versitaria se enfrentaba por entonces a la Comisión Eclesiástica.
       En  una de  las  sesiones,  el  vicecanciller  de  Cambridge,  John
       Peachell, fue encontrado culpable de un acto de gran desobedien-
       cia, despojado de sus dignidades y cargos y privado de los sala-
       rios  correspondientes.  Después del correctivo que le fue  apli-
       cado, la amenaza del castigo caía sobre los otros siete miembros






             «iESA PUERTA!»

            Cuenta el anecdotario  newtoniano que Newton solo intervino una vez en el
             Parlamento inglés, y fue para pedirle a un ujier que cerrara una puerta (según
            otros, una ventana) que creaba una corriente de aire; pero los informes de la
            institución que han sobrevivido, donde no consta ninguna participación suya
            en los debates, parecen elevar la anécdota de la discreción parlamentaria de
            Newton a categoría. Así pues, la  elocuencia parlamentaria de Newton no fue
            de las  que hacen época. Claro que Newton bien pudiera tener más de una
            razón para permanecer callado, pues por esos años se discutieron en el  Par-
            lamento una serie de leyes sobre disidencia relig iosa,  leyes que permitían
            amplia libertad de culto, pero con dos excepciones: los católicos, quienes, _tras
            los devaneos papistas del rey Jacobo 11,  eran considerados una amenaza para
            la soberanía del Estado, y también «cualquier persona que niegue, oralmente
            o  por escrito, la  doctrina de la  Santa Trinidad».  Para el  arriano Newton, no
            debieron de ser plato de buen gusto aquellos debates.








                                         DESCIFRANDO LA LUZ Y LOS COLORES   139
   134   135   136   137   138   139   140   141   142   143   144