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jicas- que Newton debía su fortuna a sus enormes méritos. Había
                      supuesto que la Corte y la ciudad de Londres le habían nombrado
                      gran maestre y director supremo de la ceca del reino por aclama-
                      ción. Nada de eso. Isaac Newton tenía una encantadora sobrina,
                     madame Conduitt; ella le gustaba mucho al canciller de Hacienda,
                     Halifax. El cálculo infinitesimal y la gravitación le habrían servido
                      de poco sin su bonita sobrina». Voltaire, o exageró el chisme o no
                     estuvo bien informado, porque cuando Newton fue nombrado di-
                     rector de la Casa de la Moneda su sobrina contaba diecisiete años
                     y es posible que lord Halifax nunca la hubiera visto.  Nacida en
                      1679,  Catherine Barton era hija de una de las hermanastras de
                     Newton; este obtuvo para ella y sus dos hermanos una renta anual
                     tras la muerte del padre, en 1693.  Catherine se fue  a vivir con
                     Newton poco tiempo después de que se instalara en Londres, y
                     estuvo con él durante veinte años, primero de soltera y después
                     cuando se casó con John Conduitt en 1717.
                         Aunque no parece que hubiera relación entre la llegada de
                     Newton a la Casa de la Moneda y los vínculos de su sobrina con
                     lord Halifax, sí es verdad que existió después una fuerte relación
                     afectiva entre ellos, hasta el punto de que, cuando Halifax murió
                     en 1715, la sobrina de Newton heredó de él una verdadera fortuna:
                     «En señal - escribió Halifax en su testamento- del sincero amor,
                     afecto y estima que durante tanto tiempo he recibido de su per-
                     sona y como una pequeña recompensa por el placer y la felicidad
                     que de su conversación he recibido».  Como maliciosamente se-
                     ñaló Flamsteed, demasiado dinero sólo por la excelencia de su
                     conversación. Las malas lenguas acusaron al puritano Newton de
                     haber permitido el amancebamiento de su sobrina con el influ-
                     yente político, hasta el punto de que, para salvar las apariencias,
                     alguna hagiografía de Newton apuntó que Catherine y lord Halifax
                     se habían casado en secreto, cayendo así en el típico error de en-
                     grandecer un personaje corrigiéndole supuestas faltas.
                         Catherine Barton tuvo fama de seductora y sofisticada, no
                     solo en Inglaterra sino también en Europa, en parte por varios li-
                     belos que circularon sobre sus relaciones con Halifax, en parte
                     por lo que de ella contó Voltaire.  Se  decía que  Catherine había
                     convertido las veladas en casa de su tío en codiciados aconteci-






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