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taba para recomponer su insatisfactoria temía lunar: quería saber
        si sus continuos refinamientos de la solución aproximada del pro-
        blema de los tres cuerpos eran adecuados y para ello terúa que
        compararlos con los datos observacionales de Flamsteed. A fin de
        evitar las críticas que la poca precisión de su teoría pudiera ocasio-
        nar y para salvaguardar su aureola de genio, que podría quedar da-
        ñada al conocerse los fracasos cosechados en su particular pelea
        por explicar y anticipar las irregularidades de la trayectoria lunar,
        Newton quería mantener en cierto secreto sus investigaciones.
        Flamsteed, por su parte, quería ver reconocido el envío de datos
        observacionales con el que proveía las demandas de Newton.


         « [ ... ] me veo a nú mismo como un niño que jugaba a la orilla del
          mar, y que se divertía encontrando de vez en cuando un guijarro
           más liso y una concha más bella que las normales, mientras que
           el gran océano de la verdad permanecía sin descubrir ante nú. »

                                                                 -  ISAAC  NEWTON.


           Los primeros conatos de pelea surgieron de esos intereses
       contrapuestos. Así,  cuando Flamsteed quiso mencionar, en una
       publicación prevista para 1699, las 150 localizaciones lunares que
       había proporcionado al «muy ilustre Newton para el perfecciona-
       miento de su teoría lunar», se encontró con una agresiva carta en
       la que Newton le prohibía terminantemente mencionarlo: «Puede
       hacer saber al mundo, si gusta, cuán bien provisto est.á de obser-
       vaciones de toda clase y qué cálculos ha hecho para rectificar las
       teorías de los movimientos celestes. Pero pueden darse casos en
       los que vuestros amigos no deban ser mencionados sin su aquies-
       cencia. Por ello espero que disponga el asunto de forma que no
       sea yo en esta ocasión sacado a escena».
           Después de diversos conatos, la pelea estalló virulenta y pú-
       blicamente en el mundo científico y político inglés de  1704 a
       1716, cuando Newton, pensando en culminar la segunda edición
       de sus Principia con una teoría lunar satisfactoria, empezó a
       presionar a Flamsteed para que acelerase la publicación de su





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