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En vista de la situación, Newton se hizo con el cargo de inten-
                      dente a la primera oportunidad que tuvo, lo que ocurrió en 1699.
                      A pesar de que lord Halifax había caído en desgracia, el cargo, va-
                      cante por defunción, le fue asignado a Newton. En los veintiocho
                      años que lo ocupó, hasta su muerte, ganó cada año un promedio
                      de más de 2 000 libras, la mayor parte por acuñación de moneda:
                      una cantidad al alcance de muy pocos de los altos funcionarios
                      de la Corona.
                          Entre los deberes de Newton en la Casa de la Moneda estuvo
                      la persecución de falsificadores y otros delincuentes monetarios.
                      La tarea, que Newton consideraba «vejatoria y peligrosa», no fue
                      inicialmente de su gusto, aunque después puso en ella casi igual
                     mimo,  contundencia, minuciosidad y,  sin miedo a exagerar, in-
                      cluso apasionamiento que el  empleado en la redacción de los
                     Principia o de sus escritos teológicos. La extensa y espesa red de
                      confidentes y espías que logró establecer a lo largo de los años le
                     llevó a tener informantes en cualquier sitio sensible a los intereses
                     de la Casa de la Moneda, desde los bajos fondos hasta las cárceles.
                     Sus meticulosos y exhaustivos informes sirvieron para llevar a la
                     horca a más de un falsificador, sin que sus súplicas de perdón hi-
                     cieran mella en su inflexible conciencia.





                     AL FRENTE DE LA ROYAL SOCIETY

                     En la pelea con John Flamsteed, Newton mostró lo peor de sí
                     mismo, en un período de su vida -alcanzados ya honores y reco-
                     nocimientos-, en el que controlaba de forma abusiva y absolu-
                     tista la ciencia inglesa.
                         Flamsteed fue el primer «astrónomo real» de Inglaterra y uno
                     de los grandes impulsores del obseIVatorio astronómico de Green-
                     wich, del que fue primer director. Llevó a cabo un excepcional ca-
                     tálogo de estrellas, que incluía cerca de 3000, y que fue considerado
                     el primer gran logro del obseIVatorio. La corrosiva disputa que lo
                     enfrentó a Newton fue, precisamente, por este catálogo y por las
                     obseIVaciones sobre la trayectoria de la Luna Newton las necesi-






          146        AL FRENTE DE  LA CIENCIA INGLESA
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