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LA IMPORTANCIA DE LA NOTACIÓN
              La  importancia que Newton y  Leibniz dieron a la  notación del cálculo fue
              muy diferente. Leibniz introdujo su  notación (que hoy seguimos usando: dx,
              dy,fdx) a la vez que desarrollaba su método (1675-1676), y engrasó con ella el
              proceso algorítmico que a la  postre marcaría las diferencias con lo que sus
              predecesores habían manejado. Eso le permitió, además, identificar los dos
              procesos fundamentales, integración y diferenciación, y su  carácter inverso.
              Newton, en cambio, no prestó atención a la notación hasta principios de la  dé-
              cada de 1690, cuando usó sistemáticamente su notación de variables puntua-
              das (x,y,z) para indicar las fluxiones (nunca ideó una notación consistente para
              las integrales). Leibniz insistió durante la  polémica en  la  importancia de la
              notación, y en que Newton no tenía ninguna cuando se produjo su intercambio
              epistolar. Apremiado por esa acusación, Newton, aun faltando a la verdad,
              llegó a asegurar que había desarrollado su  notación quince años antes de
              cuando realmente lo había hecho. La cuestión de la notación tuvo, sin embar-
              go, mucha más relevancia histórica; la  leibniziana es muy superior a la newto-
              niana: además de permitir un uso más eficiente del cálculo infinitesimal, facili-
              ta su  aprendizaje, lo que, unido a la  brillantez de sus sucesores, primero los
              Bernoulli y después Euler, hizo que el cálculo infinitesimal de Leibniz triunfara
              conforme avanzaba el siglo xv111.  Los analistas ingleses, por su parte, insistieron
              en seguir usando la  rudimentaria y rígida notación y cálculo newtonianos. A la
              postre, la  matemática inglesa tuvo que claudicar ante el  mayor desarrollo y
              potencia alcanzados en el  continente. Fue simbólica la  creación en 1812,  por
              Charles Babbage, John Herschel (hijo del astrónomo William Herschel) y Geor-
              ge Peacock, de la Sociedad Analítica, uno de cuyos objetivos era promover la
              sustitución de la notación del punto de Newton por el sistema de Leibniz. Los
              tres socios hicieron así realidad uno de sus principios: «Hacer todo lo que pu-
              diesen para dejar el  mundo mejor de lo que ellos lo habían encontrado».






        actividades aparentemente más alejadas de lo intelectual -pren-
        sas hidráulicas, drenado de minas mediante molinos de viento,
        geología o producción de lino-. En ese entender y  opinar de
        todo, encontramos algunas ideas centrales y constantes, como su
        búsqueda de la characteristica universalis, o lenguaje universal,
        que debía ser simbólico y preciso como un bisturí. Su versión del
        cálculo infinitesimal, tan plena en magníficas notaciones, fue jus-
        tamente un canto a la búsqueda de la characteristica universalis
        que pusiera orden entre el maremágnum de resultados sobre cua-






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