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EL ZARPAZO DE NEWTON
El texto de Johann Bernoulli en el que planteó el problema de la braquistó-
crona comenzaba con estas teatrales palabras: «Yo, Johann Bernoulli, me
dirijo a los más brillantes matemáticos del mundo». No era una apelación ante
la que Newton pudiera permanecer en silencio, aunque, pasado el tiempo,
lamentaría todo el asunto con unas palabras que destilan un cierto chovinismo:
«No me agrada que me acosen unos extranjeros con temas de índole mate-
mática». La solución que dio Newton al problema fue la siguiente: «Desde un
punto dado A se traza una recta APCZ paralela a la horizontal, y sobre ella se
traza una cicloide cualquiera AQP que se cruce con una recta AB en el punto
Q, y una segunda cicloide ADC cuyas bases y altura sean con respecto a la
primera la misma que AQ es con respecto a AB. Esta segunda cicloide pasará
por el punto 8, y será la curva por la cual un peso sometido a la fuerza de su
gravedad descenderá con mayor rapidez de A a B».
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Johann Bernoulli adivinara quién era el autor: «Tanquam ex
ungue leonem», algo así como «reconocerás al león por sus ga-
rras», fueron sus palabras.
En la presentación que hizo Leibniz de las soluciones del pro-
blema de la braquistócrona, contó que había profetizado quiénes
iban a resolver el problema: « Y, sensatamente, no es indigno seña-
lar que solo han resuelto este problema quienes yo conjeturé que
podían resolverlo. Y, en verdad, no son sino quienes han pene-
trado lo bastante en los misterios de nuestro cálculo diferencial.
Así, además del señor hermano del autor que propuso el problema
y el señor marqués de l'Hópital en Francia, añadiera yo al señor
154 AL FRENTE DE LA CIENCIA INGLESA