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escribió un tiempo después-, pues los documentos publicados
                    eran, por varias razones, inadecuados para dilucidar la polémica,
                    pero ponían a Leibniz en una situación muy complicada.
                        La polémica alcanzó entonces su punto álgido y más sucio.
                    A la maniobra de la Royal Society, contestó Leibniz casi un año
                    después con una infamante carta anónima contra Newton, la céle-
                    bre Charta vowns, en la que lo acusaba de plagio. Newton llegó a
                    copiar la Charta vowns de su puño y letra, como si el escribir con
                    sus propias manos los insultos que Leibniz le dirigía le transmitiera
                    algún tipo de energía que ayudase a alimentar sus ansias de ven-
                    ganza. Su respuesta fue el Account; está escrito de forma pretendi-
                    damente  anónima,  aunque pocos  dudaron de  su autoría,  y  fue
                    publicado en inglés en 1715 en las Philosophical Transactions. Es
                    un largo,  brutal y  düamador informe  contra Leibniz  en el  que
                    Newton devolvía aumentadas todas las acusaciones de Leibniz y
                    sus amigos. Del Account se conservan también varios manuscritos
                    de puño y letra de Newton. Es una buena muestra de la obsesión
                    que, en oleadas, embargó a Newton en los peores años de la polé-
                    mica (1712-1716) y aun algunos después de morir Leibniz; en esos
                    momentos parecía apoderarse del sabio inglés una necesidad com-
                    pulsiva por exponer su versión de los hechos, por argumentar una
                    y otra vez contra Leibniz a partir de las cartas que intercambiaron
                    entre ellos y con terceros, y Newton se daba.como loco a escribir
                    cartas, memoranda, observaciones, que redactaba una y otra vez,
                    retocando una frase  aquí,  modificando un argumento allí,  cam-
                    biando una cita acá o afilando un insulto allá. Y todos, o casi todos,
                    estos escritos -versiones de versiones de versiones de cartas que
                    nunca envió, o que acabó publicando en adendas a otros textos tras
                    la muerte del contrincante- se conservan, como testigos mudos de
                    la ira que tuvo que embargarle mientras los escribía.
                       Aunque tanto Newton como Leibniz se tomaron muy en serio
                    la disputa, es revelador de sus düerencias de carácter el humor con
                    que el segundo se refirió a ella en alguna ocasión:  «No es posible
                    evitar que los jueces bostecen de vez en cuando si han de tratar
                   procesos tan largos y tan grandes como el nuestro», escribió a una
                   amiga La muerte de Leibniz el 14 de noviembre de 1716 truncó la
                   escalada y las escasas posibilidades de un eventual y futuro arreglo.






        158        AL FRENTE DE LA CIENCIA INGLESA
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