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todavía se discute. Huellas de los desarreglos mentales que sufrió
                     en aquellos meses se encuentran en algunas cartas que, por enton-
                     ces, envió a conocidos suyos -Samuel Pepys y John Locke, entre
                     otros-, acusándoles de haber querido enredarlo en asuntos turbios
                     y deseándoles la muerte. Estos llevaron a cabo discretas indagacio-
                     nes que confinnaron los problemas de salud de Newton. La situa-
                     ción  pareció  mejorar  conforme  entraba el  otoño;  en  octubre,
                     Newton se justificaba por carta ante Locke:  «El pasado invierno,
                     tras dormir demasiado junto al fuego, comencé a padecer insomnio,
                     y una agitación que este verano ha sido epidémica me trastornó por
                     completo; así, cuando le escribí, no había dormido más de una hora
                     por noche, durante quince días, y nada en absoluto durante cinco.
                     Recuerdo haberle escrito, pero no puedo recordar qué le dije».
                         Así pues, parece claramente documentado que Newton su-
                     frió un profundo desarreglo psicológico en 1693; otra cuestión es
                     el alcance de esa enfermedad. Hay historiadores que sostienen
                     que se trató de una simple depresión, mientras que otros asegu-
                     ran que dejó maltrecha la capacidad científica de Newton para el
                     resto de su vida. Si bien esto último es algo exagerado, no deja de
                     ser cierto que desde entonces Newton ya no fue el mismo cientí-
                     ficamente hablando: no volvió a acometer ninguna investigación
                     de importancia y,  en la medida que se lo permitieron sus activi-
                     dades administrativas, no hizo sino reelaborar resultados anterio-
                     res, ya fueran en teología, física o matemáticas; aunque en esto
                     también influyó la edad: Newton pasó en 1692 la frontera simbó-
                     lica de los cincuenta años, y pocos científicos, sobre todo en ma-
                     temáticas y física, han hecho contribuciones relevantes a partir
                     de esa edad.
                         Y todavía es más confuso el asunto relativo a las causas y cir-
                     cunstancias de la enfermedad mental de Newton, sobre las que hay
                     variadas hipótesis. Una la achaca a la tensión, al cansancio acumu-
                     lado tras la composición de los Principia, que, tardía aunque im-
                     placablemente, acabó manifestándose: una especie de depresión
                     posparto o, más propiamente, una post Principia tristis. Otra hi-
                     pótesis apunta a que fue fruto de un posible envenenamiento por
                     mercurio, causado, poco a poco, durante sus experimentos alquí-
                     micos.  En el último cuarto del siglo xx,  en plena vorágine de la






         136         DESCIFRANDO LA LUZ Y LOS COLORES
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