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<lera, pues poca metalurgia se realizó en dicho laboratorio, más
allá de la estructura del reactor nuclear. Todo era alto secreto.
Pronto Fermi se ganó el respeto de todo el mundo en Chi-
cago, pero cuando a finales de un gélido diciembre de 1941 realizó
su primer viaje de Nueva York a Chicago, Fermi tenía que avisar
con siete días de antelación a las autoridades, que debían dar el
visto bueno a su marcha y conocer los motivos y el tiempo de su
estancia. La secretaria del departamento de física de Columbia
se encargó por un tiempo del papeleo, hasta que en abril de 1942
Fermi residió ya permanentemente en Chicago, mientras Laura y
sus hijos esperaban a la finalización del curso escolar, en junio,
para trasladarse junto a él. Fueron meses duros para la familia
Fermi, pues el hecho de no ser aún ciudadanos americanos, y en-
cima provenir de la Italia enemiga, complicaba la burocracia de
cualquier trámite a realizar y especialmente les dificultaba viajar.
En 1941, Fermi y Szilárd habían conseguido, no sin problemas,
grandes cantidades de grafito puro y de mineral de uranio, también
de extrema pureza Szilárd se dedicó especialmente a negociar con
diversas compañías, americanas y canadienses, para obtener sufi-
ciente material de calidad, mientras Fermi se esforzó en el diseño
del sistema de la pila nuclear de uranio-grafito, como él mismo la
llamó, tratando de optimizar la forma geométrica de la distribución
de ambos materiales en el reactor para conseguir la ansiada reac-
ción en cadena autosostenida. Sabían que aumentar las dimensio-
nes del reactor mejoraba la difusión de neutrones y aumentaba el
factor de multiplicación ker·
En septiembre de ese mismo año, tenían 6 toneladas de óxido
de urani_o (l\Og) y 30 toneladas de bloques de grafito. Dado el ta-
maño y peso de los materiales, Pegrarn debió encontrar una ubica-
ción diferente al laboratorio Pupin de Columbia, pues los pisos del
edificio se habrían hundido. Finalmente se construyó en el Scher-
merhom Room de Columbia una estructura de base cuadrada de
2,45 m de lado por 3,35 m de alto con los bloques de grafito y el ura-
nio empaquetado en latas de estaño, situando en la base una fuente
de neutrones de alta intensidad de radio y berilio. El gran tamaño
de la pila llevó a Fermi a sostener jocosamente, años después, que
aquella fue la primera vez en la que pudo congeniar su pasión por la
EL PROYECTO MANHATTAN 111