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sarrollar después técnicamente los primeros reactores nucleares
y colaborar de forma decisiva en la proliferación de armas nuclea-
res. El debate nuclear está servido: una parte de la electricidad
que consumimos en el mundo proviene de la energía nuclear y los
reactores nucleares podrian ser clave en el futuro de la explora-
ción espacial. Sin embargo, es obvio el peligro del arsenal nuclear
actual, capaz de destruir a la humanidad, así como la fragilidad
de nuestros reactores ante catástrofes naturales ( como la aconte-
cida en Fukushima, Japón, en 2011), o errores técnicos humanos
como los del accidente de Chemóbil en 1986. ¿Debemos aparcar
la energía nuclear por los riesgos que implica? ¿Se podrá controlar
el desarrollo de am1as nucleares y acabar con la amenaza de la
destrucción masiva? Fermi ya se planteaba estas preguntas. Para
él, una vez que la humanidad desarrollaba una tecnología, como la
nuclear, era imposible dar marcha atrás; es más, si el ser humano
forma parte de la naturaleza, la bomba atómica entra dentro de las
catástrofes naturales posibles.
Curiosamente, los neutrinos a los que Fermi bautizó están en
la actualidad en la cresta de la ola científica, en el límite de nuestra
comprensión del universo. Sabemos que el Sol emite neutrinos
como consecuencia de las reacciones de fusión nuclear que tienen
lugar en él, y que las estrellas, como las supemovas, también lo
hacen. De hecho, nuestro cuerpo y toda la materia también emiten
neutrinos. Tras descubrirse que estos tienen masa, aunque muy
pequeña, a fecha de hoy se ha demostrado que el experimento
OPERA en el que se determinó que los neutrinos viajaban más
rápido que la luz es incorrecto, lo que ha provocado la dimisión de
sus principales responsables.
En el Fermilab, uno de los aceleradores de partículas más im-
portantes del mundo, el espíritu de Fermi sigue vivo, indagando
en las fronteras de la física, ampliando lo poco que seguimos sa-
biendo de los neutrinos y del mundo de las partículas subatómicas.
12 INTRODUCCIÓN