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hermanos, y ya en aquellos años mostraba una memoria extraordi-
                     naria; por ejemplo, era capaz de recitar largos pasajes del Orlando
                     furioso de Ludovico Ariosto.
                         Cuando a los seis años entró en el colegio empezó a desta-
                     car también en matemáticas. Al  parecer, a  los diez años, justo
                     a  la edad en la que en el sistema escolar los niños pasaban de
                     la escuela elemental a la secundaria, Enrico ya se enfrentaba a
                     problemas abstractos,  como la comprensión de la ecuación de
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                     la circunferencia: x + y = r ,  que fue uno de sus primeros retos
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                     algebraicos. En su infancia, Enrico prefería descubrir las cosas
                     por sí mismo a que se las explicaran sus hermanos. Superó aquel
                     orgullo inicial y fue aprendiendo a compartir sus inquietudes, es-
                     pecialmente con Giulio. El afán de descubrir, el gozo intelectual,
                     le acompañaría toda su vida.




                     UNA GRAN PÉRDIDA

                     En los cinco años de la escuela secundaria, como después en los
                     tres años del liceo, de preparación para entrar a la universidad,
                     se cursaban materias que potenciaban el estudio de las letras, es-
                     pecialmente el italiano, el latín y el griego, además del francés, y
                     se completaba el currículo con filosofía, historia, geografía, mate-
                     máticas, física y ciencias naturales, entonces denominada historia
                     natural.  Enrico era el mejor de la clase.  Su gran inteligencia le
                     llevó a interesarse por todas aquellas materias, aunque pronto sin-
                     tió predilección por las ciencias y por aquellas asignaturas en las
                     que sus profesores se mostraban apasionados. Así, un profesor de
                     italiano, Giovanni Federzoni, le motivó especialmente en el estu-
                     dio de la Divina comedia de Dante. Y siendo adulto, aunque había
                     olvidado los pasajes del Orlando furioso,  Enrico Fermi seguía
                     siendo capaz de recitar a Dante con una precisión excepcional.
                         Pese a sú tendencia a la introversión y su carácter taciturno,
                     le encantaba jugar a fútbol, nadar e ir a la montaña, arrastrado en
                     la mayor parte de ocasiones por su hermano Giulio. Era competi-
                     tivo y le gustaba ganar y ser el primero siempre, tal vez como






         18          EL NACIMIENTO DEL FOTÓN
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