Page 19 - Edición final para libro digital
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—Desde luego esta no es una misión muy arriesgada. Ojalá no
                 lleguen a enviarnos nunca a la frontera — se congratuló Raveh,
                 quien no tenía interés alguno en acercarse a la línea de fuego.
                    Ariel levantó los hombros en un gesto de indiferencia. Real-
                 mente, para él estaba resultando bastante aburrida aquella misión
                 de guarda escolar. Su deseo era tomar parte en alguna acción más
                 arriesgada. Su concepto de la milicia nunca había sido pasear delante
                 de un colegio protegiendo a adolescentes. No porque menospreciase
                 aquel destino, ya que conocía muy bien la importancia que tales
                 guardias tenían en un país donde cientos de radicales esperaban el
                 momento de cometer algún atentado, a poder ser en los lugares más
                 vulnerables y concurridos, aunque fuese por niños. Por ello, la vigi-
                 lancia era primordial y nada secundaria en las funciones del ejército.
                 Pero Ariel echaba de menos una actividad más intensa. Quería sentir
                 la adrenalina que produce el riesgo y estar en primera línea, en la
                 frontera. La acción era para él algo mucho más acorde a las funcio-
                 nes de un soldado.
                    De todos modos, nada respondió a las palabras de su compa-
                 ñero. Era comprensible el hastío que aquella interminable guerra
                 ocasionaba en la sociedad. Eran muy pocos los reclutas que desea-
                 ban tomar partido en las constantes escaramuzas fronterizas o en
                 las periódicas incursiones en La Franja para eliminar las bases de
                 Ezzeddin Al-Qassam, sobre todo, cuando la experiencia les había
                 demostrado que dichos ataques terminaban costando la vida de mu-
                 chos inocentes.
                    Muchos de ellos no eran más que adolescentes forzados a com-
                 batir en una guerra que no comprendían. Tantas décadas compar-
                 tiendo el mismo territorio, sus recursos y fronteras, y no habían
                 conseguido ponerse nunca de acuerdo en lo esencial, la formación
                 de un estado multicultural y laico, enmarcado en un modelo de con-
                 vivencia ajeno a las creencias religiosas y a los intereses imperiales de
                 los más radicales. Aquella interminable situación de enfrentamiento
                 era incomprensible para miles, quizás millones, de ciudadanos de
                 ambos pueblos. Pero los intereses políticos y financieros que movían
                 los hilos del poder entrambos adversarios, mantenían vivo el conflic-


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