Page 355 - Edición final para libro digital
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—Lo sé. Pero no deseo que nuestra hija tenga que elegir un día
                 con quien debe identificarse. Ella se merece una vida mejor. Una
                 vida en la cual se pueda sentir judía y palestina sin verse en la tesitura
                 de una estúpida elección.
                    Aquella conversación tocaba ya a su fin cuando sonó el celular
                 de Ariel.
                    —Perdona cariño, me llaman de la base —se disculpó para poder
                 atender la llamada.
                    Después de hablar durante algunos minutos con su interlocutor
                 en la línea, se dirigió a Fatma con expresión de sorpresa, casi de
                 satisfacción.
                    —¿Quién era? —le preguntó ella extrañada por su reacción.
                    —Era el comandante Smiter. Me dice que ha llegado ya el infor-
                 me completo sobre el atentado en Gaza —al decir aquello, Ariel se
                 notaba aliviado. Como si el resultado final de tan deplorable acto le
                 liberase de toda la tensión acumulada.
                    —¿Qué pone en el informe? Da la impresión de que te han qui-
                 tado un peso de encima.
                    —En parte así es. A pesar de todo, podrás mantener un honroso
                 recuerdo de tus hermanos.
                    —No lo comprendo. ¿Qué te han dicho?
                    —Tal como imaginábamos, Musleh no perdonó a Nabir su co-
                 laboración en nuestra huida y le propuso ser ejecutado o morir
                 como un mártir inmolándose en la frontera. Así pagaría con su
                 vida el agravio cometido y sería el ejecutor de varios soldados he-
                 breos.
                    —Pero… ¿Por qué entonces se inmoló en Gaza, tan lejos de la
                 frontera?
                    —Nabir aceptó morir como mártir y con tal finalidad se preparó
                 en el mismo cuartel de Musleh. Sin embargo, nunca salió de aquel
                 lugar. Allí mismo hizo estallar el chaleco explosivo, llevándose por
                 delante a Boulus Musleh y a tres de sus guardaespaldas. Los cuatro
                 murieron junto a tu hermano.
                    Los negros ojos de Fatma se humedecieron al escuchar aquello.
                 Nabir no le había fallado. En su arrepentimiento quiso ofrecer a su
                 hermana aquello en lo que nunca había pensado. Con su último

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