Page 353 - Edición final para libro digital
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Nada podía arrebatar a Fatma la felicidad. En tan sólo un par
de meses ocuparía una plaza de becaria en un importante bufete en
Haifa, donde haría las prácticas correspondientes para aspirar luego
al ejercicio de la abogacía. Ariel continuaba con su carrera. Gracias a
la intervención del general Abelovich, ni el teniente coronel Machta
ni el coronel Taback se habían vuelto a cruzar en su camino profe-
sional. La vida sonreía por fin a la familia Kachka y lejos quedaban
ya todas las vicisitudes pasadas. Fatma había encontrado la felicidad
soñada desde que se instalara en aquella residencia para estudiantes
de Tel Avid, y Ariel veía con claridad su futuro haciendo aquello
que más le gustaba. Aquel cúmulo de dificultades que tanto habían
condicionado su relación ya no eran más que simples recuerdos. Las
tardes en familia, jugando con la benjamina de la casa, y las alegrías
personales y profesionales, hacían de la vida de los Kachka una ru-
tina maravillosa.
—Hola cariño —saludó Ariel a su esposa.
Al igual que tantas otras tardes, una vez terminada su jornada,
Ariel pasaba por el bufete a recoger a Fatma para regresar juntos a
Acre.
—Hola —respondió ella, subiéndose al coche y besándolo sua-
vemente en los labios.
—Tengo una mala noticia que darte.
Fatma se puso inmediatamente tensa.
—¿Qué ha ocurrido?
—Se trata de tu hermano, Nabir. Esta mañana nos ha llegado un
informe desde Gaza. Parece ser que hubo un atentado muy cerca de
Jibaliya.
Fatma se temió entonces lo peor. Ella sabía que Boulus Musleh
jamás perdonaría a Nabir su traición. En lo primero que pensó fue
en la venganza de la que, seguramente, habría sido objeto Nabir.
No tenía la menor duda de que su hermano había pasado de ser un
miembro colaborador de Ezzeddin Al-Qassam a convertirse en un
mártir por la causa. Lo más probable era que Musleh lo pusiese en
la disyuntiva de morir matando a inocentes o ser ajusticiado por su
deslealtad con la agrupación.
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