Page 354 - Edición final para libro digital
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—¿Ha tenido Nabir algo que ver en eso? —le preguntó Fatma
              inquieta.
                 —Eso parece. Tu hermano se ha inmolado esta mañana.
                 Para Fatma, aquello era la mayor desilusión de su vida. Nabir le ha-
              bía prometido que jamás asesinaría a nadie, a pesar de su compromiso
              en la lucha por la libertad de palestina. Ella también era palestina, pero
              no odiaba a los judíos. Todo lo contrario, había decidido compartir su
              vida con uno de ellos. El hecho de que su hermano pudiese haber aten-
              tado contra el pueblo de la persona a la que más quería en el mundo,
              después de haber arriesgado incluso su vida para salvar la de ellos, era
              algo que no alcanzaba a comprender. Pero difícilmente podría percibir
              lo que pasaba por la mente de su hermano. Nunca lo había entendido.
                 —¿Por qué lo hizo en Gaza? Allí no suele haber judíos —pre-
              guntó Fatma.
                 —No lo sé. Aún no está del todo claro.
                 —¿Ha habido muchas víctimas?
                 —Al parecer han muerto cinco personas. No tengo datos concre-
              tos aún. Tan sólo me han comunicado el hecho.
                 —Fatma no pudo contener el llanto ante la pena que le causaba,
              ya no sólo la muerte de su único familiar vivo hasta entonces sino
              también el hecho de que hubiese traicionado otra vez su confianza.
              Definitivamente, su vida comenzaría de cero junto a Ariel. Toda su
              familia había sido víctima del odio y el fanatismo
                 —Lo siento de veras —se disculpó la joven ante su esposo—.
              Tan sólo puedo sentir desprecio por alguien que ha cometido tan
              vil asesinato. Pero no puedo olvidar que se trataba de mi hermano.
              Empero, ya nunca más tendré que sufrir por los actos que tanto me
              han avergonzado todos estos años.
                 —No eres culpable de nada. La familia no se elige. Tú has sido
              una víctima más de esta locura. Te prometo que de ahora en adelan-
              te me afanaré en buscar la paz y defender a aquellos que sean injusta-
              mente castigados. Si para ello debo abandonar el ejército, así lo haré.
                 —Hemos pasado muchas tribulaciones para poder permanecer
              juntos sin que tuvieses que renunciar a tu futuro profesional. No
              tienes por qué abandonar tu sueño por un compromiso que nadie te
              ha pedido, y que nadie te ha de agradecer.

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