Page 127 - Mucho antes de ser mujer
P. 127
José Manuel Bermúdez
el cuerpo exánime del muchacho. No necesitaron comprobar su
muerte, estaba claro, a tenor del desagradable olor y el color azu-
lado de su piel, que aquel individuo no había podido incumplir su
compromiso de silencio.
—Este tío está muerto —comentó a su compañero el hombre
de las ganzúas.
—Eso parece, y no murió precisamente hace un rato.
—No se ve que tenga ninguna herida, ¿crees que ha podido
matarle la chica?
—No lo sé, en todo caso está claro que lleva muerto más de un
día. A lo mejor la palmó de una sobredosis.
—Y la fulana se asustaría y se largó.
—Es lo más probable, pero estuvo llamando a alguien, y si le
da por contar que habían estado con el jefe poco antes seguro que
habrá problemas; tenemos que encontrarla.
Los dos individuos se disponían a abandonar el lugar cuando
oyeron voces en el vestíbulo; ambos se apoyaron instintivamente
en la pared, detrás de la puerta del cuarto, mientras en la puerta
seguían los susurros que les habían alertado. Fuesen quienes fue-
sen los nuevos advenidos no parecían muy decididos a entrar en la
habitación pero, a pesar de ello, uno de los hombres había sacado
de su bolsillo una pequeña pistola y la mantenía levantada, junto a
su cara, lista para ser usada en cuanto alguno de aquellos visitantes
asomara en el interior.
Durante unos cuantos minutos la situación se mantuvo in-
variable, los dos mafiosos, hartos de esperar y dando por hecho de
que no se trataba de policías, decidieron asomarse para enfrentarse
al indeciso grupo. Una simple mirada les basto a los guardaespaldas
de Bremon para reconocer a los integrantes del pequeño corrillo;
se trataba de la acompañante del muerto y de la pareja que habían
visto merodeando por el barrio la jornada anterior. A los jóvenes no
les dio tiempo a reaccionar, inmediatamente se vieron encañonados
por los matones. Ante aquella inesperada sorpresa, los tres chicos se
— 126—