Page 125 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez
Ernesto. Creo que voy a tener una conversación con él, le dejé bien
claro que mantuviese la boca cerrada.
—No ha sido él quien llamó, estaba la chica sola.
—Pero la habrá dejado salir, si le hubiese dado un par de hos-
tias no se le ocurría llamar a nadie. Id a buscarle ya —les dijo el
capo notablemente alterado.
Los dos sicarios abandonaron a toda prisa la mansión dirigién-
dose hacia aquel deprimido barrio marginal, a pesar de encontrarse
en el mismo centro de la ciudad. Ambos entraron en el edificio
donde vieran, hacía dos días, meterse a la pareja. No conocían
cuál era su apartamento y en aquel gueto maloliente tampoco daba
la impresión de que alguien pudiese informarles; pero en el tercer
tramo de escaleras se encontraron sentada a una chica con claros
síntomas de estar drogada; quizás ella los conociese.
—Hola, ¿vives aquí, verdad?
—¿Quién lo pregunta?
—No somos polis, andamos buscando a unos chicos que vi-
ven en este edificio, ¿conoces a una pareja de yonquis que duermen
en estos apartamentos?; el tío es muy flaco, con pinta de colgado
y ella es una cría de unos catorce años, bastante guapa pero que
también suele andar drogada.
—No se tío, estoy sin un puto duro para comprarme una raya
y me encuentro muy chunga, a lo mejor si tuviese un poco de pas-
ta. Les respondió la chica esperando sacar algún provecho de la
situación.
El que parecía ser quien tomaba las decisiones de los dos echó
mano a su bolsillo y sacó un billete mil pesetas.
—Sólo te daré esto, pero quiero información que me sirva
para algo.
—Tío, esto no me llega para una dosis, dame algo más.
—Te he dicho que no te daré más que esto, tienes dos opcio-
nes; o coges estos mil y nos dices en qué apartamento viven esos
dos; o te damos unas hostias y nos lo dices igual, tú eliges.
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