Page 130 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

            lujosamente decorada y nos hicieron subir por unas escaleras muy
            amplias que llevaban al piso superior. Una vez allí nos ordenaron
            esperar, y mientras uno de nuestros acompañantes permaneció con
            nosotros; el otro ingresó en una estancia separada de la amplia bal-
            conada interior por una enorme puerta de madera tallada, y a los
            pocos segundos volvió para decirnos que pasásemos.
                 No habíamos vuelto a hacer ni un sólo comentario desde que
            abandonáramos  el apartamento  de  Ernesto  y  así  seguíamos  allí,
            frente a aquel sujeto de porte prepotente y con aspecto de perdo-
            navidas, observándonos minuciosamente como si intentase descu-
            brir nuestras intenciones sólo por nuestra apariencia; después de
            un rato que se nos hizo interminable se pronunció dirigiéndose
            directamente a Elena:
                 —¿Qué tal nena?, me acaba de contar mi hombre lo sucedido,
            parece que tu novio no supo controlar la dosis.
                 Elena no respondió, se limitó a bajar la cabeza.
                 —¿A quién más has avisado de lo ocurrido?, —continuó pre-
            guntando el capo.
                 —A nadie más —respondió Elena.
                 Entonces Bremon se dirigió a mí y a Miguel con otra pregun-
            ta.
                 —¿Quién sois vosotros y que pintáis en esto?
                 Fue Miguel quien respondió.
                 —Sólo intentábamos ayudar a Elena, no sabíamos nada de
            usted, ella nunca nos habló de su relación.
                 —¿Y cómo pensabais ayudarla?, ¿acaso pretendíais deshaceros
            del cadáver sin que os vieran?
                 —No, sólo nos acercamos al apartamento para comprobar si
            alguien había descubierto el cuerpo, pensábamos hacer una llama-
            da anónima a la policía y desaparecer. No queremos problemas.
                 —Pues para no querer problemas fuisteis muy atrevidos al en-
            trar en el piso.
                 —Vimos la puerta abierta y creímos que a lo mejor Ernesto


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