Page 126 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer
La joven no insistió en el regateo, sin pensárselo aceptó las
mil pesetas y les indicó a aquellos dos matones en qué apartamento
podrían encontrar a Ernesto.
—Si son los dos que yo creo los he visto entrar varias veces en
esa puerta de ahí, la segunda de este lado.
Sin siquiera mirarla, los dos individuos se dirigieron a donde
ella les dijera, pero mientras andaban le advirtieron:
—Más te vale que sea verdad.
La joven no esperó a que lo comprobasen, en cuanto los dos
hombres se alejaron unos pasos se levantó y salió lo más a prisa
posible a la calle, probablemente a invertir el dinero que acababan
de darle en cocaína.
El más alto de los dos sujetos llamó a la puerta con fuerza,
estaba claro que en aquel ambiente no les preocupaba en absoluto
lo que pudiesen pensar los vecinos; al no recibir ninguna respuesta
insistió, esta vez con más violencia. Pero a pesar de tan estruendo-
sos golpes no se oyó nada al otro lado, entonces el cabecilla del dúo
se apartó ordenando intervenir al otro.
—Abre esa puerta —le ordenó.
El segundo hombre metió la mano en su bolsillo y extrajo un
juego de ganzúas especiales; sin duda debía ser aquella su especia-
lidad en los innumerables delitos que aquella pareja solía cometer.
No estuvo más de dos minutos manipulando la cerradura y el ci-
lindro de la misma giro con relativa facilidad, dejando la entrada
libre a los mafiosos.
Un intenso olor a podrido hizo que los intrusos se detuvie-
sen en seco. El calor reinante en el apartamento había contribuido
a una rápida descomposición del cuerpo de Ernesto; aquel inso-
portable olor, unido al poco higiénico ambiente que reinaba en la
estancia, no animaba a los esbirros a seguir adelante; pero tenían
orden de localizar al joven y no deseaban ser objeto de la ira de su
jefe. A través de un pequeño vestíbulo en penumbra accedieron a
la única habitación de la vivienda y se encontraron sobre la cama
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