Page 121 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

                 —Pero no puedes permanecer toda la noche tú sola en la calle,
            es peligroso.
                 —¿Y qué quieres que haga, que me vaya a dormir al Palace?
                 Había encontrado a Elena y, aunque hubiese sido de casuali-
            dad, mi empeño se vio finalmente recompensado; el caso era que
            tenía ante mí un problema aún mayor, no había pensado en qué
            sucedería cuando la encontrase, y ahora no podía dejarla allí ti-
            rada. Si la llevaba a casa conmigo Tía Carmen llamaría a Mónica
            enseguida y Elena no quería que la tutora la viese de aquella manera.
            Me encontraba realmente ante una difícil situación. Después de
            pensarlo un rato se me ocurrió que podría recurrir, una vez más, a
            Sara. La llamé pidiéndole que la llevase a su casa haciéndola pasar
            por una amiga del colegio, al día siguiente hablaría con Miguel
            e intentaríamos buscar una solución a todo aquello. Como me
            esperaba,  Sara se  negó en  rotundo;  debería insistir  mucho  para
            convencerla.
                 —Será sólo por esta noche, puedes decirle a tu madre que sus
            padres están fuera, no sé, cualquier excusa; yo no puedo llevarla
            conmigo, Tía Carmen haría muchas preguntas y podría desconfiar.
            Tu madre, en cambio, no sabe nada de ese asunto y no sospecharía
            nada.
                 —Mira Ana, somos amigas y mi deseo es ayudarte en todo lo
            posible, pero te estás pasando, me estás pidiendo demasiado.
                 —¿Si fueses tú te gustaría que te dejasen durmiendo en la
            calle?, —una vez más recurrir a la empatía de mi amiga, estaba
            dando resultado.
                 —Está bien, hablaré con mi madre, pero sólo por esta noche.
                 —Gracias Sara, eres un sol.
                 —Ya, y tú la cara oculta de la luna, espera un momento, voy
            a hablar con mi madre —al cabo de un rato volvió a sonar su voz
            a través del auricular—, está bien, puedes traerla, venís las dos y
            luego tú te vas y ella se queda a dormir, así será más creíble.
                 Solucionado ya el problema de la pernoctación aún tenía que


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