Page 205 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

            implicarlas en nada, sobre todo a Sara; pero nos veíamos con fre-
            cuencia ya que yo la visitaba en el centro todas las semanas. Las
            cosas, a pesar de mis paranoias iniciales, marchaban sin compli-
            caciones; Susana colaboraba conmigo igual que lo hiciera con mi
            padre y, a pesar de que nunca llegué a heredar, mi dominio en la
            finca era absoluto y todas las posesiones de mi padre, estuviesen o
            no a su nombre, estaban controladas por mí. Nada parecía darme
            la razón sobre mis antiguas fobias.
                 Pasadas las fiestas de Reyes todo comenzó a torcerse. Aquel
            día había salido con Elena, fuéramos a vernos con Sara pero ella
            no pudo asistir a la cita, razón por la cual decidimos volver directa-
            mente a casa; aquel inesperado regreso significó para mí el princi-
            pio de mi infierno. Elena y yo entramos en el salón y ella se dirigió
            a mí diciéndome.
                 —Tengo un hambre que no veo, voy a la cocina a preparar
            algo de comer, ¿tú quieres que te haga algo?
                 —Sí, prepárame un sándwich, voy al cuarto a cambiarme de
            ropa y ya bajo.
                 Elena se dirigió a la cocina y yo subí a mi habitación, entré
            totalmente confiada y casi perdí el equilibrio del sobresalto al ver a
            Miguel totalmente desnudo sobre la cama y a Susana en la misma
            situación, sentada sobre mi novio y jadeando desesperadamente;
            como supongo que haría cualquier mujer en tal situación, comencé
            a gritarles, insultarles y a expresar de mil maneras mi indignación
            y mi repugnancia. Ellos se separaron pero, sin embargo, no pare-
            cieron sentirse muy abrumados, intentaron explicar lo inexplica-
            ble pero ambos sabían que ya no había solución posible. Una vez
            me hube desahogado di media vuelta y salí del cuarto cerrando de
            un portazo. Necesitaba hablar con Elena sobre aquello. Me sentía
            muy mal, traicionada y sentimentalmente herida ya que yo quería
            a Miguel. Mi amiga me prestó su hombro, sobre el cual estuve
            llorando un buen rato mientras ella me consolaba acariciando mi
            pelo; finalmente conseguí recuperarme y analicé la situación, en


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