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orgulloso! A través de la fina madera, oía el
zumbido de sus abejas.
Esta vez estaba bien despierto cuando Selim
volvió a casa. ¡Qué alegría se llevó cuando le
contó la historia! Selim quiso ir a la finca don-
de estaba instalada la colmena azul junto a las
otras. Después, los dos chicos fueron hasta el
escondite de la gallina roja. Se arrastraron por
debajo de la carreta volcada y fueron recibidos
con un «clo-clo-clooo» muy poco acogedor.
—¿Tú crees que ya habrán salido los pollos
del cascarón? -preguntó Selim.
—Yo creo que no, porque no se oye nada
-dijo Zuffu-. ¿No te has dado cuenta de que
los pollitos son de lo más ruidoso? Siempre
hay alguno que está haciendo «pío-pío-pío».
—¡Ay! -suspiró Selim-. Sólo nos faltaría te-
ner noticias de Aixa; entonces no podríamos
desear nada más.
—Noticias de Aixa y de Yazi -le recordó Zuffu.
—Pero ¿cómo? ¡Si Yazi ya ha aparecido! -ex-
clamó Selim-. ¿Es que no has leído la carta
de mi padre? Si la dejé a tu lado, el otro día
por la mañana...
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