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—¿Y las demás? -preguntó Zuffu.
—Peor para ellas -dijo el campesino-. Algu-
nas seguramente morirán y otras encontrarán
la colmena donde están sus compañeras. Te-
nemos suerte porque hemos pillado a la rei-
na; si nos hubiéramos llevado el enjambre sin
ella, todas las abejas se nos habrían muerto
muy pronto.
—¿Y por qué pasa eso? -preguntó Zuffu.
—Se trata de algo muy misterioso -le explicó
el hombre- pero así es. La reina, como sabrás,
es la que pone los huevos, de donde salen las
larvas de las futuras abejas. Sin reina no hay
larvas, y entonces ¿qué harían las abejas nodri-
zas, que son las encargadas de alimentar a las
crías? ¿Para qué servirían las abejas soldados,
que tienen la misión de defender a las más dé-
biles? ¿Para qué trabajarían las abejas obreras,
que son las que fabrican la miel?
—Ya comprendo -dijo Zuffu- Pero ¿está us-
ted seguro de haber cogido a la reina?
—Uno no puede equivocarse; la reina es mu-
chísimo más grande que las demás. Mira,
echa un vistazo, pero muy rápido, porque las
abejas se van a despertar enseguida y se pon-
drán furiosas por haberlas cambiado de sitio.
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