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Entonces tuvieron que contarle también la
historia de Aixa y la de Abdurrhaman, a quien
habían encargado que la encontrara. El señor
Averi hizo una mueca.
—¿Y decís que ninguno de los dos ha dado
señales de vida en estos dos meses? -pre-
guntó-. Pues me parece demasiado tiempo.
Sin embargo, la esperanza no moría con faci-
lidad en el interior de unos chicos tan decidi-
dos y valientes como Zuffu y Selim.
—En todo caso, no podremos saber nada de
ellos hasta mañana -apuntó Zuffu-, porque
hoy es domingo y seguramente Abdurrha-
man no habrá ido a trabajar.
Ya en Estambul, los dos amigos no tuvieron
tiempo de acordarse mucho de la vieja Aixa.
¡Qué alegría para Selim volver a reunirse con
mamá, padre, Melahat, Efik el bebé y hasta
con Rik, el gato! Y también qué alegría para
Zuffu encontrarse acogido como si fuera el
propio hermano de Selim. Mamá había hecho
una enorme torta de miel y avellanas, que se
empezó en el momento en que llegaron los
niños, para festejar su vuelta.
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