Page 156 - selim
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Al  día  siguiente,  bien  temprano,  los  dos  mu-
               chachos    se  encaminaron     hacia  la  mezquita
               Bayazit.  Pero  los tallistas  de  piedra  se  habían
               levantado   más   pronto  aún  que  ellos,  y  desde
               lejos  se  podían  oír  los  ruidos  de  sus  buriles y
               sus martillos.


               —Seguro     que  el  que  hace  más  ruido  es  Ab-
               durrhaman -le dijo Selim a Zuffu.


               Se  acercaron   a  los  trabajadores y  Selim  tocó
               a  Abdurrhaman      en  un  brazo  para  atraer  su
               atención.   El tallista dejó en el suelo el pesado
               mazo y lanzó    una exclamación    de sorpresa:

               —¡Pero    bueno!    ¡El  vendedor   de  alegría  en
               persona!   ¿Así que estás de vuelta     en  Estam-
               bul?  Te   han  sentado    bien  las  vacaciones.
                ¡Vaya  colores  que traes!  Oye,   y  yo  creo  que
                hasta  has  crecido,  chico,  y  estás  más  gordo.


               —¿Has recibido mi carta? -preguntó Selim.

               —¡Pues     claro!  No  te  he  mandado   contesta-
                ción  porque  me  las  arreglo  mejor  con  el  buril
                que  con  la  pluma.  ¡Y desde  que  salí del cole-
                gio no me he vuelto a acordar de la ortografía!


                El  tallista  de  piedra  se  echó  a  reír.  Escribía
                sus  historias  en  bloques   de  mármol:   ahí  sí


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