Page 161 - selim
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—¡Uf,  muchos...!    -afirmó  la  anciana  mujer-.
           Bastantes  para  llenar baúles y más baúles.


           Zuffu  abría  los  ojos  llenos  de  asombro  y  no
           parecía  entender  ni  una  sola  palabra  de  esta
           extraña conversación. Aixa le explicó:


           —Se   trata  de  alegrías  pequeñitas  que  yo  me
           entretengo   en  enhebrar  a  lo  largo  de  las  ho-
           ras.  Era  un consejo de tu amigo,   conque pue-
           des pedirle la receta.



           Selim  intervino:

           —¿Has encontrado alguna       idea,  Aixa?


           —Sí-dijo la vieja-.  Eso es lo que   iba a contar-
           te  cuando Abdurrhaman     me   reconoció al  lado
           de  la  mezquita  Bayazit y  me contó  que  te  ha-
           bías marchado a Sapanca.


           —¿Y por qué    no  me escribiste?

           —Pues    porque   me   pareció  que   la  sorpresa
           sería  mayor  si  yo  ponía  mi  idea  en  práctica
           antes  de  contártela.  Veréis,  venid  conmigo...


           E  hizo entrar a  los dos muchachos en     la dimi-
           nuta  y  oscura  habitación  que  le  servía  de  vi-



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