Page 162 - selim
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vienda.  Aixa  era  verdaderamente     pobre.  Fue
              a  abrir  un  baúl  donde  guardaba  su  ropa y sacó
              de  allí  una  caja  de  cartón  que  en  su  día  debió
              de guardar zapatos.   La abrió:  la  caja  estaba  lle-
              na  de  monedas    y  billetes.  Allí  debía  de  haber
              una  pequeña fortuna, o al menos eso parecía a
              los  ojos de  los dos  niños,  que  habían  trabajado
              tantísimo para ganar un poco de dinero.

              —Pero,    Aixa...,  ¿dónde  has  encontrado   todo
              eso? -preguntó Selim, que      hasta tartamudea-
              ba a causa de la emoción.

              —No    lo  he  encontrado -dijo Aixa-;   lo  he  ido
              juntando  moneda a    moneda.    Algunas me    han
              costado   muchísimo trabajo...



              Y se echó a   reír dulcemente.

              —¿Es    que te  has  puesto a  trabajar? -pregun-
              tó Selim, asombrado.

              —No, no...   Soy demasiado vieja    para eso.

              —Bueno,    pero entonces...


              —¿Entonces?      Pues  estuve   pensando   en  esa
              niñita,  Semra,  sorda  desde  que  nació.  Me  dije
              a mí misma que eso no era justo, que la sorde-
              ra  es  propia de  la vejez, y que  una  niña  peque-
              ña  nunca   debería  sufrir  semejante   enferme-



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