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—No lo sé -dijo Selim-. ¿Qué opinas tú, Zuffu?
Zuffu arrugó la frente, como cada vez que se
empeñaba en buscar la solución de un pro-
blema difícil.
—El dinero no basta -dijo por fin-. Lo que
nos haría falta sería conocer a alguien capaz
de aconsejar a Mustafá.
—Ya sé lo que vamos a hacer -añadió Se-
lim-. Vayamos a visitar al doctor Kharaman.
Él sabrá qué es lo mejor.
Selim recordaba las manos grandes, sabias y
tranquilas que le habían hecho un reconoci-
miento después de su accidente, de la frente
ancha y el rostro sereno que le habían dado
seguridad cuando abrió los ojos al salir de su
desmayo. Se sentía seguro y confiado al lado
del doctor Kharaman y, sin duda alguna, Sem-
ra también.