Page 168 - selim
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—Me lo ha dado Aixa -respondió Selim.


            Y tuvieron   que  contar  otra  vez  toda  la  histo-
             ria.  Los dos se quitaban  la  palabra de la boca,
             hablando  de  Semra,   de  la  tristeza  de  su  vida
             sin  voces,  sin  música,  sin  bocinas.  Hablaron
             de  sus  vacaciones   en  Sapanca,   de  Beek,  la
             cabritilla  blanca,  de  la  gallina  roja y del enjam-
             bre  perdido,  del  albaricoquero   y,  en  fin,  de
            Aixa y de   la  ¡dea tan  estupenda  que  había te-
             nido.  Cuando a Selim se le olvidaba algún de-
            talle,  Zuffu  tomaba  la  palabra.  Cuando   Zuffu
             omitía cualquier cosa,  intervenía Selim.


             El  doctor  los  escuchaba,  meneando    la  cabe-
             za.  Estaba serio y muy interesado.

            —Sí, conozco a Semra.       Llevo tiempo aconse-
            jando   a  Mustafá  que  siga  algún  tratamiento,
             pero,  por  desgracia,  Mustafá   tiene  un  oficio
             que  no  da  para  mucho.   Hasta   ahora,  jamás
             habría  podido   esperar  que   llegara  el  día  en
             que  su  hija  estaría  en  condiciones de  oír y de
             hablar.  Pero...  ¿por  qué  habéis  venido a  bus-
             carme a mí?

             —Mustafá    quizá  no  sepa  dónde y cómo con-
             viene  mandar a   Semra   y,  desde  luego,  noso-
             tros  no tenemos   ni  la  menor  idea -respondió
             Selim.


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