Page 167 - selim
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Con   frecuencia   aplastaba   la  nariz  contra  los
          cristales  y  miraba  a  los  enfermos  que  llega-
           ban  allí buscando  un  alivio  para sus males.  El
           médico   era,  también,  un  vendedor    de  felici-
          dad. Aunque el que elegía el remedio para       los
          clientes no era un conejito blanco.


           Cuando   el  doctor hizo  pasar a  su  gabinete  de
          consulta a   los  dos  muchachos,   reconoció en-
          seguida a Selim.


          —Ya veo que tu     padre  ha seguido mis conse-
          jos -dijo-.  Desde   luego,  no  ha  sido  aquí,  en
           Estambul,   donde   has  conseguido    esos  colo-
           res tan estupendos.    No te has vuelto a resen-
          tir de tu accidente,  espero.

          —No, doctor-dijo Selim.


          —Entonces,     ¿para  qué  vienes   a  verme?  ¿Le
           pasa  algo a tu  amiguito?  Por cierto,  tiene tan
           buen aspecto como tú.


           —Hemos venido para...,      para esto -dijo Selim
           alargándole la caja llena de monedas y billetes.


           Cuando el doctor la abrió, frunció el ceño.


           —¿De    dónde   has  sacado tanto   dinero?  -pre-
           guntó.


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