Page 159 - selim
P. 159
Su voz se oía tan desolada que Abdurrhaman
apoyó su manaza en el hombro del niño.
—Y entonces, ¿qué? ¿Es que te crees que Ab-
durrhaman no tiene nada dentro de su cabezo-
ta? Pues para que lo sepas, tengo tantas ¡deas
aquí dentro -dijo el hombre golpeándose la
frente- como fuerza en mis músculos. Enton-
ces yo pensé: «El escribano público está muy
bien, pero esta Aixa no tiene pinta de nadar en
oro molido, ¡y eso cuesta caro! Quizá ella vaci-
le antes de gastarse bastante dinero para es-
cribir a Selim.» Así que lo que hice fue pedirle
su dirección; me pareció mejor.
—¡Ay, qué buenísima idea!
Los dos chicos habían hablado a la vez.
—Vive cerca de las murallas, al lado mismo
de aquella escuela pequeña que...
—¡Pero entonces es vecina mía! -exclamó
Zuffu-. Vamos allí ahora mismo. Muchísimas
gracias, señor Abdurrhaman.
—¡Gracias, gracias...! -gritó a su vez Selim,
que corría ya detrás de Zuffu.
—De nada, muchachos. Aquí estoy, para ser-
viros -dijo Abdurrhaman con voz de trueno.
165