Page 102 - El toque de Midas
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El patrón continuó repitiéndose porque, de pronto, hacía negocios con una persona o grupo de
personas que me parecían adecuadas. Empezabamos a tener éxito pero, en cuanto el aspecto
económico mejoraba, aquella buena persona se transformaba en un mal socio.
Me pasó en el negocio de Rippers, luego en la fase de rock and roll del mismo, en mi compañía
de educación financiera y, finalmente, con una socia y su esposo en la Compañía Padre Rico.
Dos de esos negocios me ayudaron a descubrir que algunas personas eran malas cuando se
asociaban porque no podían manejar el éxito. Y es que, en realidad, no era gente mal intencionada ni
deshonesta. Era sólo que jamás había triunfado en algo y, cuando comenzó a irnos bien, surgieron las
flaquezas. Por ejemplo, una socia que tuve en una pequeña compañía educativa, de pronto empezó
gastar dinero como si fuera rica. Como jamás había tenido recursos, cuando notó que estábamos
ganando bastante con el negocio, se liberó en ella el deseo reprimido de ir de compras. Y cuando
comenzó a comprar artículos personales con la tarjeta de la compañía, Kim y yo decidimos disolver
la sociedad que teníamos con ella. Era una buena mujer, sólo que tenía la debilidad de ir de compras.
También hubo algunos casos en que los socios fueron francamente deshonestos. Lo más curioso
es que, tanto en el negocio de Rippers como en el de la Compañía Padre Rico, los malos socios eran
contadores y abogados de profesión; es decir, gente a la que contraté para que me protegiera de
rufianes como los que ellos terminaron siendo.
Sé que este tipo de experiencias me hacen quedar como tonto y también como un mal socio y,
por lo tanto, desearía que las cosas hubieran sido distintas desde el comienzo de cada negocio, y
cuando tuve éxito y descubrí a los malos socios. Me encantaría estar escribiendo acerca de las
buenas experiencias que también he tenido con mis colaboradores y ser más positivo al respecto. Te
aseguro que, en algún momento, consideré ser más incluyente y no enfocarme sólo en las malas
elecciones que he hecho ocasionalmente. Me pareció, sin embargo, que las malas experiencias te
servirían como aprendizaje, y eso era más importante que proteger mi ego o la ilusión de que siempre
sé lo que hago. Yo, como toda la gente, voy de fracaso en fracaso, pero, entre uno y otro, puedo decir
que me va muy bien en general.
La verdad debe decirse
Creo que jamás habría sobrevivido sin Kim, quien es una gran esposa y socia de negocios. Ambos
hemos sufrido terribles traiciones por parte de nuestros socios desde 1985. Creo que, si no fuera por
ella y por los grandes amigos que tenemos, no habríamos logrado superar la devastación financiera y
emocional que tuvimos que soportar. El costo financiero también ha sido grande: decenas de
millones de dólares (casi cien millones); sin embargo, el daño personal siempre ha sido mayor,
mucho mayor. Ver a personas que alguna vez fueron amigos y socios desenmascararse con todo
cinismo, o descubrir que gente que trabajó a tu lado durante años, de pronto se comporta de manera
francamente deleznable, es muy perturbador. Es el tipo de vivencia que jamás se olvida.
Yo creí que había visto en Vietnam lo peor de la bestia humana, pero lo que viví allá es muy
distinto al salvajismo que he presenciado en el ámbito de los negocios. En Vietnam, el miedo hacía
que los soldados dejaran salir su instinto animal, pero en los negocios, la avaricia impulsa esta
reacción. La traición en los negocios es mucho más siniestra porque, usualmente, provienen de tus
conocidos y colaboradores, no del enemigo.
Las traiciones son parte de la vida