Page 149 - Donde termina el arco iris
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CECELIA AHERN Donde termina el Arco Iris
llamadas. Piensa que he tomado una decisión estúpida.
RUBY: Dale tiempo. Está disgustado por el cariz que han tomado las cosas.
ROSIE: ¿Cómo? ¿Que él está disgustado? Me parece que el resto del mundo y yo
tenemos un problema grave de comunicación. ¿Es que todo el mundo cree que
estoy extasiada con estas revelaciones? O sea, no es que busque compasión ni
nada por el estilo, pero...
RUBY: Sí que la buscas.
ROSIE: ¿Perdona?
RUBY: Compasión. La buscas. Ya lo creo.
ROSIE: Gracias por descifrarme el mensaje. Bien, quizá no estaría de más que alguien
se hiciera cargo de que mi marido ha tenido una aventura, que mi matrimonio
se ha roto, que sigo a un millón de kilómetros de Alex y que nunca sabré qué
siento por él, que el padre huido de mi hija ha regresado a Irlanda y que ¡NO
TENGO TRABAJO! Una palmada en el hombro, una sonrisa comprensiva y
un abrazo me vendrían la mar de bien, la verdad.
RUBY: Respira, Rosie.
ROSIE: No, que entonces aparecen todos mis problemas. Si no respirara todo me iría
mejor.
RUBY: No digas esas cosas.
ROSIE: Corta el rollo. No tengo tiempo para suicidarme. Estoy demasiado ocupada
sufriendo una crisis nerviosa.
RUBY: Bueno, supongo que eso es una buena noticia, en cierto modo. ¿Qué tal fue tu
encuentro con Brian?
ROSIE: Bien. Compró un billete de avión para venirse en cuanto colgó el teléfono
después de hablar conmigo, así que al parecer se toma muy en serio su nuevo
rol de padre. Me contó que ha vivido estos trece años en Ibiza, donde tiene
una discoteca. Suministra unos cuantos recuerdos de alcohol de garrafa a los
irlandeses borrachínes, salidos y menores de edad que van de vacaciones a la
isla.
RUBY: ¿Está moreno y guapo?
ROSIE: Nunca se me ocurriría poner las palabras «Brian el Llorica» y «moreno y
guapo» en una misma frase. Sigue más o menos como siempre, con menos
pelo y con más barriga.
RUBY: ¿Qué sentiste al verle?
ROSIE: Tuve que controlarme con todas mis fuerzas para no darle un puñetazo. Katie
estaba tan nerviosa por conocerle que temblaba como una hoja y se aferraba a
mí. Contaba con que yo fuera la fuerte. Figúrate, alguien confi ando en mí.
Habíamos quedado en la cafetería del centro comercial de Jarvis Street y, debo
reconocerlo, mientras nos acercábamos a la mesa tuve náuseas. Náuseas de
rabia porque el hombrecillo miserable para el que iba a hacer un esfuerzo por
ser amable durante la hora siguiente con la idea de ayudarlo a pasar a formar
parte de la vida de mi hija era la misma persona que me había hecho tanto
daño en el pasado. Yo tenía que ayudarlo a él. También me resultó extraño
que, a pesar de sentirme débil al llevar a Katie al centro en autobús aquella
mañana, y a pesar de sentirme cansada, nerviosa, enfadada y decepcionada
por estar haciendo todo aquello, me diera cuenta de que aquellas dos
personas me necesitaban. Así que por el bien de la relación de Katie con Brian
tengo que guardarme para mí cualquier sentimiento de rencor que me inspire
su padre.
RUBY: Hiciste un buena obra, Rosie. Tuvo que ser muy difícil. Y probablemente
seguirá resultándote difícil durante mucho tiempo contemplar cómo van
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