Page 156 - Donde termina el arco iris
P. 156

CECELIA AHERN                                                             Donde termina el Arco Iris








                                                    Capítulo 34



                     Tiene un mensaje instantáneo de: RUBY
               RUBY:  ¡Alabado sea el Señor por los milagros que obra! ¡Amo a mi hijo, es un ser
                       perfecto, un genio!
               ROSIE: ¡Qué sorpresa!
               RUBY:  Bueno,   estarías   de   acuerdo   conmigo   si,   como   yo,   hubieses   asistido   al
                       renacimiento de Fred Astaire. ¡No sólo estoy sumamente dolorida por haber
                       bailado como no lo había hecho nunca, sino que estoy impresionada hasta la
                       médula! ¡En cuanto comenzó la música, empezó la magia!
                       O sea, Ricardo fue más bien duro con Gary pese a que era su primer día. Dijo:
                       «Ruby, ésta es la clase avanzada, Gary tendrá que seguir el ritmo de los
                       demás». Y, Dios mío, Gary lo siguió tan bien que por poco me desmayo.
                       Ricardo hasta puso «1, 2, 3, María» de Azuquita y como tú bien sabes, Rosie,
                       es una canción rápida, tan rápida que tú y yo acabamos tiradas por el suelo
                       antes de llegar a la mitad, con estrellas y pajaritos de dibujos animados
                       dándonos vueltas en la cabeza. Gary se movía de una manera increíble. Daba
                       vueltas por la pista con mucho garbo mientras las gotitas de sudor se movían
                       a su alrededor como... un sistema solar. Ricardo dijo que Gary era una estrella
                       en ciernes y que hacíamos muy buena pareja.
                       Teddy no se impresionó demasiado cuando se lo conté. Verás, estaba tan
                       entusiasmada cuando llegué a casa que lo solté sin darme cuenta de que los
                       colegas camioneros de Teddy estaban en el cuarto de la tele. Teddy se puso
                       más   rojo   de   lo   habitual   y   empezó   a   despotricar   diciendo   que   todos   los
                       bailarines son gays y que con mi influencia a Gary acabarían gustándole los
                       chicos. Le contesté que sólo estaba intentando que sacara un poco la cabeza de
                       su   concha,   no   que   saliera   del   armario.   Pero   Teddy   y   sus   colegas   no   lo
                       entendieron. Piensan que pueden aplastarse latas de cerveza en la cabeza,
                       tirarse pedos (para luego olerlos y reír), gritar a los jugadores de fútbol de la
                       tele (como si ellos fueran a hacerlo mejor si estuvieran en el campo), criticar a
                       todas   las   gordas   que   salen   en   la   tele   (como   si   ellos   no   tuvieran   unos
                       barrigones de cerveza de padre y muy señor mío ni llevaran más de diez años
                       descuidándose), llamarme cada diez minutos para que les lleve más latas de
                       cerveza (de la variedad que va a cincuenta céntimos la media docena) y luego
                       tener la osadía de largarme una conferencia sobre cómo son los hombres de
                       verdad, los muy cabrones, perezosos y egoístas.
               ROSIE: Para el carro, Ruby, me parece que nos estamos desviando del tema. ¿Qué hizo
                       el pobre Gary cuando Teddy y compañía se metieron con él?
               RUBY:  Bueno, el pobre chico pasó tanta vergüenza que salió hecho una furia del
                       cuarto, subió la escalera pisando fuerte y se encerró en su habitación dando
                       un portazo.
               ROSIE: Vaya por Dios, pobre Gary. Espero que Teddy se disculpara.
               RUBY: ¿Has perdido el juicio? Claro que no lo hizo. La reacción de Gary sólo sirvió
                       para demostrar lo gay que se estaba volviendo: al fin y al cabo se había puesto
                       hecho un basilisco como una mujer. Aunque no tardé en hallar consuelo en






                                                                                                    - 156 -
   151   152   153   154   155   156   157   158   159   160   161