Page 202 - Donde termina el arco iris
P. 202

CECELIA AHERN                                                             Donde termina el Arco Iris
               La otra razón por la que te escribo es que estoy fingiendo que estudio. A las dos se
               nos   echan   encima   los   exámenes   de   Navidad   y   le   he   dicho   a   Katie   que   debía
               tomárselos más en serio. Bueno, en esto me he metido yo sola. Así que aquí estamos
               las dos, sentadas a la mesa de la cocina con nuestros libros, carpetas, papeles y bolis,
               dándonos aires de intelectuales.
                     Tengo que estudiar tanto para ponerme al día que no he podido preparar la
               cena en toda la semana. De ahí que estos últimos días nos hayamos hartado de
               comida del indio de abajo. Por suerte Sanjay nos hace un cuarenta por ciento de
               descuento en los platos para llevar e incluso ha creado una nueva especialidad que
               llama Rosie Chicken Curry. Anoche nos la envió gratis con nuestro pedido. Lo
               probamos y se lo devolvimos. Es broma. Básicamente es pollo al curry. Lo único que
               ha hecho ha sido añadirle el Rosie. Eso no quita que me halague ver mi nombre en
               una carta hindú, y resulta curioso oír cómo por la noche lo gritan los borrachos con
               voz ronca. Me hace pensar que mi Romeo está en la acera, debajo de mi ventana,
               llamándome   y   lanzando   piedrecitas   para   despertarme   de   mi   sueño.   Entonces
               recuerdo que es sábado por la noche, la una de la madrugada, que el pub acaba de
               cerrar, que los borrachos piden comida a gritos en la barra de Sanjay y que las
               piedras contra mi ventana son gotas de lluvia. Pero una chica siempre puede soñar.
                     Cada vez que me cruzo con la mujer de Sanjay, pone los ojos en blanco y
               chasquea la lengua. Él sigue invitándome a salir, me lo pide incluso estando ella
               presente. Así que yo le digo en voz bien alta y clara que lo que me pide está mal
               habida cuenta de su condición de casado, que debería ser más respetuoso con su
               mujer y que aunque no estuviera casado le diría que no. Lo digo bien alto para que
               ella lo oiga, pero ella sigue chasqueando la lengua y Sanjay me sonríe y mete unas
               cuantas tortas indias gratis en mi bolsa. Ese hombre está loco.
                     Rupert (mi otro vecino) me preguntó si quería ir con él al National Concert Hall
               el   próximo   fin   de   semana.   Al   parecer   la   Orquesta   Sinfónica   Nacional   toca   el
               Concierto para piano número 2, opus 83, de Brahms, que es su favorito. No se trata
               de una cita ni nada por el estilo. Me parece que Rupert es completamente asexual y
               que sólo quiere un poco de compañía. Por mí no hay problema. Además, el tatuaje
               «Amo a mi madre» que lleva en el brazo me quitaría las ganas. La cita de James Joyce
               que lleva en el pecho también me fastidia bastante porque Rupert es tan alto que
               cuando miro al frente me veo obligada a leer constantemente: «Los errores son los
               portales del descubrimiento». Es como un signo o algo así, como si Rupert hubiese
               sido puesto en el apartamento de al lado para hacerme comprender mis errores. Sólo
               que ojalá el mensaje tuviera más sentido. Los errores son más bien como los baches
               del descubrimiento. Es una puñetera carretera llena de baches, obstáculos y peligros
               la que conduce al descubrimiento. Ojalá dijera «el chocolate es bueno» en vez de eso.
                     Hablando de errores, todavía no he hablado con Alex y ya llevamos así más de
               un año. Creo que esta vez no hay vuelta atrás. No hemos hecho más que mandarnos
               tarjetas ridículas el uno al otro. Es como si estuviéramos aguantándonos la mirada el
               uno al otro y ninguno de los dos quisiera ser el primero en pestañear. Lo añoro como
               una loca. Hay tantas cosas que me pasan, tonterías sin importancia del día a día, que
               me muero por contarle... Como cuando el cartero esta mañana repartía en la casa de
               enfrente y ese estúpido perro, un Jack Russell llamado   Jack Russell,  lo ha vuelto a
               atacar. He mirado por la ventana y he visto al cartero sacudiéndose al perro de la
               pierna como hace cada mañana, pero esta vez le ha dado una patada en el vientre sin
               querer y el perro se ha quedado tumbado y sin moverse durante siglos. Entonces el
               dueño ha salido y lo ha examinado mientras el cartero fingía que el perro ya estaba
               allí cuando él ha llegado. El dueño le ha creído y han armado la de Dios es Cristo
               mientras intentaban ayudar al animal. Finalmente   Jack Russell  se ha levantado y







                                                                                                    - 202 -
   197   198   199   200   201   202   203   204   205   206   207