Page 232 - Donde termina el arco iris
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CECELIA AHERN                                                             Donde termina el Arco Iris
                       en algún lugar visible del edificio para que a los huéspedes les resultara más
                       fácil localizarlo (aunque no hacerlo también era una buena estratagema de
                       marketing). También sugerí que hiciera correr la voz de su existencia entre los
                       establecimientos del barrio para que colaboraran en publicitar el hotel (o al
                       menos en dar indicaciones a los turistas perdidos).
                       Me estudió la cara con ojos muy penetrantes para ver si me estaba quedando
                       con él, cosa que, por cierto, no estaba haciendo. Ahora estoy a la espera de que
                       nos manden un rótulo para la fachada del hotel.
                       Luego me dio una insignia con mi nombre e insistió en que me la pusiera. Su
                       razonamiento   para   hacérmela   poner  era   que   si   algún   huésped   tenía   que
                       quejarse, supiese a quién culpar. Es un hombre de ideas muy positivas, como
                       ves. El problema de la insignia (aparte de tener que llevarla) fue que al parecer
                       no había entendido bien mi nombre cuando se lo dieron por teléfono.
                                                                                   10
                       Llevo toda la semana paseándome como «Rosie Bumme », cosa que a Beanie
                       le resulta increíblemente cómica. Aunque cuando se le pasó el primer ataque
                       de risa se quedó un tanto decepcionado. Este ejemplo basta para comprobar
                       su grado de madurez y la seriedad con que se toma su trabajo y la dirección
                       del presunto hotel.
                       No  alcanzo   a   comprender  cómo  ha   conseguido   mantenerlo   abierto  hasta
                       ahora.   Es   una   de   esas   hermosas   casas   que   en   su   tiempo   debía   de   ser
                       espléndida, pero que han dejado que se pudriera. Probablemente se está
                       descomponiendo debajo de los entarimados junto con lo que sea que causa el
                       olor.
                       Antaño fue de ladrillo rojo, pero ahora es de color marrón sucio. Tiene cuatro
                       plantas y en el sótano, según he descubierto hace poco, hay un club de  show
                       girls que también es propiedad de Beanie. Cuando entras en la planta baja del
                       hotel encuentras un mostrador minúsculo de caoba oscura (la misma madera
                       que hay en el resto  del  edificio). Detrás hay un batiburrillo de sombreros,
                       paraguas y abrigos de antiguos clientes criando polvo.
                       Las paredes están revestidas con paneles hasta media altura, cosa que está
                       muy bien, y el resto, que seguramente fue de color verde oliva intenso, ahora
                       es de color verde moho. Unas lamparitas que parecen faroles adornan las
                       paredes y no dan ninguna luz. El lugar es como una mazmorra. Las alfombras
                       diría   que   no   se   han   cambiado   desde   los   años   setenta.   Están   sucias   y
                       malolientes y tienen quemaduras de cigarrillos, restos de chicle pegado y otras
                       manchas cuyo origen prefiero no conocer.
                       Un largo pasillo conduce a la espaciosa zona del bar donde hay la misma
                       moqueta sucia y apestosa, madera oscura, taburetes y butacas tapizados con
                       estampado de cachemira y, cuando el sol entra por la diminuta ventana de la
                       que prácticamente ha saltado toda la pintura, lo único que ves es el aire lleno
                       de volutas de humo que seguramente están flotando por el bar desde que el
                       antiguo propietario se sentó allí a fumar su pipa hace doscientos años.
                       El comedor cuenta con veinte mesas y una carta muy breve. Tiene la misma
                       moqueta, pero con el añadido de las manchas de comida. Hay cortinas de
                       terciopelo marrón y visillos; las mesas están cubiertas con lo que antaño
                       fueron manteles de encaje blanco, que el tiempo ha vuelto amarillos, y los
                       cubiertos están oxidados y tienen manchas de comida. Los cristales están
                       empañados y las  paredes  son blancas, cosa que  lo  convierte en  la única
                       estancia luminosa, pero por más alta que pongas la calefacción, siempre hace
                       un frío glacial.

               10  Bum, en lenguaje coloquial, significa «vago» y también «trasero, culo». (N. del T )





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