Page 17 - La teoría del todo
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no es cierta en realidad. Por ejemplo, las otras estrellas de nuestra galaxia forman una
banda luminosa característica a través del cielo nocturno llamada Vía Láctea. Pero si
miramos a galaxias lejanas, parece que hay más o menos el mismo número de ellas
en cada dirección. Por eso, el universo parece ser aproximadamente igual en todas
direcciones, con tal de que se le vea a gran escala comparada con la distancia entre
galaxias.
Durante mucho tiempo, esto fue justificación suficiente para la hipótesis de
Friedmann —como primera aproximación al universo real—. Pero más
recientemente, un feliz accidente reveló que la hipótesis de Friedmann es de hecho
una descripción notablemente precisa de nuestro universo. En 1965, dos físicos
norteamericanos, Arno Penzias y Robert Wilson, estaban trabajando en los
Laboratorios Bell en New Jersey en el diseño de un detector de microondas muy
sensible para establecer comunicación con satélites en órbita. Se sintieron intrigados
al descubrir que su detector captaba más ruido del que debería, y que el ruido no
parecía proceder de ninguna dirección en particular. Lo primero que hicieron fue
buscar excrementos de aves en su detector, y también revisaron otros posibles
defectos, pero pronto los descartaron. Sabían que cualquier ruido procedente del
interior de la atmósfera sería más intenso cuando el detector no apuntaba
directamente hacia arriba que cuando lo hacía, porque la atmósfera tiene un mayor
grosor aparente cuando se mira a un ángulo respecto a la vertical.
El ruido extra era el mismo en cualquier dirección en que apuntara el detector, de
modo que debía de proceder del exterior de la atmósfera. También era el mismo día y
noche a lo largo del año, incluso si la Tierra estaba rotando en torno a su eje y
orbitando alrededor del Sol. Esto demostraba que la radiación debía de proceder de
más allá del sistema solar, e incluso de más allá de la galaxia, pues, de lo contrario,
variaría conforme el movimiento de la Tierra hiciera que el detector apuntara en
direcciones diferentes.
De hecho, sabemos que la radiación debía de haber viajado hasta nosotros a
través de la mayor parte del universo observable. Puesto que parece igual en
diferentes direcciones, el universo también debía de ser igual en todas direcciones, al
menos a gran escala. Ahora sabemos que, en cualquier dirección que miremos, este
ruido nunca varía en más de una parte en diez mil. De modo que Penzias y Wilson
habían tropezado sin proponérselo con una confirmación extraordinariamente precisa
de la primera hipótesis de Friedmann.
Más o menos por esa época, dos físicos norteamericanos en la vecina Universidad
de Princeton, Bob Dicke y Jim Peebles, se interesaban también en las microondas.
Trabajaban en una sugerencia hecha por George Gamow, que había sido alumno de
Alexander Friedmann, según la cual el universo primitivo debería haber sido muy
caliente y denso, con un brillo incandescente. Dicke y Peebles pensaban que aún
deberíamos poder ver ese resplandor, porque la luz procedente de partes muy lejanas
del universo primitivo estaría a punto de llegarnos ahora. Sin embargo, la expansión
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