Page 47 - La teoría del todo
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Durante la década de 1970, me había dedicado básicamente a los agujeros negros. Sin
           embargo,  mi  interés  por  las  cuestiones  sobre  el  origen  del  universo  se  reavivó  en
           1981, cuando asistí a una conferencia sobre cosmología en el Vaticano. La Iglesia
           católica había cometido un lamentable error con Galileo cuando trató de imponer su

           ley sobre una cuestión científica declarando que el Sol giraba alrededor de la Tierra.
           Ahora, siglos más tarde, había decidido que sería mejor invitar a varios expertos para
           que le aconsejaran sobre cosmología.
               Al final de la conferencia se nos concedió a los participantes una audiencia con el

           Papa. Nos dijo que estaba bien estudiar la evolución del universo después del big
           bang, pero que no deberíamos investigar sobre el propio big bang porque eso era el
           momento de la creación y, por consiguiente, la obra de Dios.
               Entonces me alegré de que él no conociera el tema de la charla que yo acababa de

           dar en la conferencia, pues no tenía ganas de compartir el destino de Galileo; siento
           mucha  simpatía  por  Galileo,  en  parte  porque  nací  exactamente  trescientos  años
           después de su muerte.






           EL MODELO DEL BIG BANG CALIENTE



           Para explicar de qué trataba mi ponencia, describiré primero la historia del universo

           tal como hoy es generalmente aceptada, según lo que se conoce como el «modelo del
           big  bang  caliente».  Este  supone  que  el  universo  se  describe  por  un  modelo  de
           Friedmann, que se retrotrae hasta el mismo big bang. En tales modelos se encuentra
           que a medida que el universo se expande, la temperatura de la materia y la radiación

           en el mismo descenderá. Puesto que la temperatura es simplemente una medida de la
           energía  media  de  las  partículas,  este  enfriamiento  del  universo  tendrá  un  efecto
           importante sobre la materia que hay en él. A temperaturas muy altas, las partículas se
           moverán con tanta rapidez que pueden escapar de cualquier atracción mutua causada

           por fuerzas nucleares o electromagnéticas. Pero cuando se enfríen, cabe esperar que
           las partículas que se atraen mutuamente empiecen a agregarse.
               En el propio big bang, el universo tenía tamaño cero, y por lo tanto debía de haber
           sido infinitamente caliente. Pero a medida que el universo se habría ido expandiendo,

           la temperatura de la radiación habría decrecido. Un segundo después del big bang
           habría  caído  hasta  unos  10  000  millones  de  grados.  Esta  es  aproximadamente  mil
           veces la temperatura en el centro del Sol, pero temperaturas tan altas como esta se
           alcanzan en explosiones de bombas H. En ese momento el universo habría contenido

           fundamentalmente  fotones,  electrones  y  neutrinos,  y  sus  antipartículas,  junto  con
           algunos protones y neutrones.
               A medida que el universo seguía expandiéndose y la temperatura caía, el ritmo al
           que se producían pares electrón-positrón en las colisiones habría caído por debajo del




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