Page 346 - Cementerio de animales
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temeridad; era como respirar oxígeno puro. Creía poder conseguirlo, y lo consiguió.
Con paso firme y rápido, llegó hasta la cima y se detuvo, oscilando sobre sus pies.
Ahora veía a Louis avanzar por el sendero del bosque.
Louis se volvió a mirar a Steve. Llevaba en brazos a su esposa, envuelta en una
sábana ensangrentada.
—Tal vez oigas sonidos —dijo Louis—, sonidos como de voces. Pero no son más
que los somormujos, del lado de Prospect. El eco llega muy lejos. Es muy curioso.
—Louis…
Pero Louis ya volvía a caminar.
Steve estuvo a punto de seguirle. Le faltó muy poco.
«Yo podría ayudarle, si es eso lo que quiere… y deseo ayudarle, sí. Es la pura
verdad, porque aquí hay algo raro y me gustaría descubrirlo. Parece algo muy…, muy
importante. Parece como un secreto. Como un misterio.»
Entonces una rama se partió bajo sus pies, con un estampido seco, como un tiro.
Aquello le hizo volver en sí y darse cuenta de dónde estaba y de lo que hacía.
Aterrorizado, dio media vuelta torpemente buscando el equilibrio con los brazos
extendidos, y en la cara la mueca de horror del sonámbulo que despierta en el alero
de un rascacielos.
«Ella ha muerto, y yo diría que la ha matado Louis. Louis se ha vuelto loco, loco
de atar, pero…»
Pero allí había algo peor que la locura, algo mucho, mucho peor. Era como si en
aquellos bosques hubiera un imán y él sintiera su magnetismo en una parte de su
cerebro. Y le atraía hacia el lugar al que Louis llevaba a Rachel.
"Ven, recorre el sendero… recorre el sendero para ver adónde va. Aquí tenemos
mucho que enseñarte, Steverino, cosas que ignoran los de la Sociedad Atea de Lake
Forest".
Y entonces, quizá porque, sencillamente, ya tenía suficiente para un día y de
pronto perdió todo interés en él, el lugar dejó de ejercer atracción sobre su cerebro.
Steve dio dos pasos de borracho al ir a bajar de los troncos. Se rompieron más ramas
con una ronca crepitación y su pie izquierdo se hundió en aquella maraña de madera
muerta. Unas afiladas astillas le arrancaron la zapatilla y le arañaron cuando él retiró
el pie bruscamente y cayó de cara sobre el suelo del Cementerio de Animales rozando
un trozo de madera de una caja de naranjas que hubiera podido clavársele en el
vientre.
Steve se puso en pie, aturdido, preguntándose qué le había pasado, y si le había
pasado algo, ya empezaba a parecer un sueño.
Y entonces, en los bosques del otro lado del montón de troncos, unos bosques tan
espesos que en ellos la luz era empañada y verde hasta en los días más radiantes,
resonó una carcajada grave. El sonido era enorme. Steve no pudo ni siquiera tratar de
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