Page 483 - El cazador de sueños
P. 483
—Aguanta, soldado —dijo Kurtz, usando una mano para dar palmadas en el
hombro de Perlmutter, y la otra para ponerse la pistola al lado de la pierna—. Tú
aguanta y piensa en Dios.
—Dios se puede ir a la mierda —dijo Perlmutter, malhumorado.
Kurtz se llevó una pequeña sorpresa, porque Perlmutter nunca le había parecido
tan malhablado.
Parpadearon las luces traseras del quitanieves, que frenó en el arcén de la derecha.
—¡Anda! —dijo Kurtz.
—¿Qué hago, jefe?
—Ponte detrás —dijo Kurtz, con jovialidad pero volviendo a recoger la nueve
milímetros del asiento—. A ver qué quiere nuestro nuevo amigo.
—Aunque creía saberlo—. ¿Y de los viejos qué sabes, Freddy? ¿Les tienes
sintonizados?
Freddy contestó muy a regañadientes:
—Sólo a Owen. Ni al que va con él ni a los que persiguen. Owen está en una casa
hablando con alguien.
—¿Una casa de Derry? —Sí.
Llegó el conductor del quitanieves dando zancadas por la nieve con botas grandes
de goma verde y una parka con capucha digna de un esquimal. Se protegía la parte
inferior de la cara con una bufanda enorme de lana cuyos extremos le revoloteaban
por detrás. A Kurtz no le hizo falta ser telépata para saber que se lo había hecho su
mujer o su madre.
El conductor acercó la cabeza a la ventanilla y arrugó la nariz, porque dentro
seguía oliendo a azufre y alcohol etílico. Su mirada, que expresaba ciertas reservas,
empezó fijándose en Freddy, luego en Perlmutter (que estaba medio inconsciente) y
por último en el asiento de atrás, donde le observaba Kurtz con sumo interés y ojos
alertas. Kurtz juzgó prudente esconder la pistola debajo de la rodilla izquierda, al
menos de momento.
—¿Qué pasa, capitán? —preguntó.
—Acabo de recibir un mensaje por radio de uno que dice que se llama Randall.
—El conductor elevó la voz para que se oyera más que el viento. Tenía puro acento
de la costa nordeste—. General Randall. Ha dicho que hablaba desde Cheyenne
Mountain, en Wyoming, y que la transmisión era por satélite.
—¿Randall? No me suena de nada, capitán —dijo Kurtz con la misma jovialidad
de antes, ignorando los gemidos de Perlmutter: «Mentira, mentira, mentira.»
El conductor del quitanieves se fijó un poco en Perlmutter y volvió a dirigirse a
Kurtz:
—Me ha dado un mensaje en clave: Blue exit. ¿Le dice algo?
—Me llamo Bond, James Bond —dijo Kurtz, y se rió—. Le están tomando el
www.lectulandia.com - Página 483